domingo, 11 de julio de 2010

Capitulo 12 (viernes 29 de agosto)

Otro día sin tener que cursar. Eso hacia que la sonrisa se extendiera por mi cara desde la mañana; durándome todo el resto del día. Me dedique toda la mañana a estudiar. Cada día me costaba mas estar al día y poder leer todo el material… y lo mas importante, entenderlo.

Sabía que podía llamar a Lizzy, pero no quería molestarla. Siempre había sido más bien una chica solitaria. Me gustaba arreglar mis cosas por mi cuenta, cosa que siempre todos mis amigos, y mi ahora ex-novio; me habían reclamado. Pero así era yo, todos teníamos defectos.

El día estaba nublado, lo que hacia que el calor y la humedad fuera, dentro de todo, soportable. Les hice empanadas a los chicos, que estaban deseosos de probar una típica comida argentina. Cuando por fin logramos llenar el estomago de Troy, decidimos tomar un helado. Peter y yo fuimos a un local cerca de casa, y trajimos unos helados para todos.

Luego, me tire a mi cama. Estaba bastante cansada, así que procedí a dormir mi sagrada siesta. Sus ojos volvían a estar en mis sueños… y mi subconsciente quería decirme algo, pero aun no lograba descifrar el que. Pero se sentía tan bien soñar con sus ojos verdes, inundando todos mis sueños, tiñendo todo mi mundo de fantasía de ese color de la esperanza. A veces, podría jurar que sentía como sus manos recorrían mi piel, tal como lo hacia cada vez que me abrazaba o tomaba mis manos al hablarme.

Sin muchas ganas, me desperté. Con mis ojos aun entrecerrados, mire por la ventana, y vi que seguía nublado. Me asome por la misma, y comprobé que el día seguía siendo soportable. Así que me cambie y fui a hacer unas compras al supermercado.
Cuando me volvía, esquive las calles por donde la última vez habían atacado a Thomas.

Iba escuchando mi mp3… pero eso no me impidió escuchar una música que me hipnotizo. Me quité los auriculares, y empecé a buscar en el viento de donde venía la música. Era música clásica. Lo mas cerca que se me ocurrió, fue un auditorio abierto que había unas cuadras de allí.

Con paso acelerado, empecé a dirigirme hacia allí. Una sonrisa inundaba mi rostro. La gente me miraba extrañada. Ya me había acostumbrado a eso últimamente. Podía escuchar el ritmo de los violines inundando de notas musicales mi entorno. Solo una cuadra.

Por fin llegue, y me quede idiotizada. Pasaban todos clásicos. El que me había conducido hasta allí: El Fantasma de la Opera. Con mi boca aún abierta en una gran O, fui bajando los escalones del auditorio, y me busque un asiento en el medio. Deje las bolsas a un costado, y me puse a escuchar.

En un momento cerré los ojos, para permitir que las notas entraran en mí con mayor facilidad; y que mi imaginación creara imágenes de las sensaciones que las notas producían en mí. Cuando abrí los ojos… un par de ojos verdes me miraban divertidos.

-¿Te gusta la música clásica?- y paso por delante mío, para colocarse a un costado

-Nop… Amoooooo la música clásica- y le sonreí. El se sentó a mi lado, y me paso un brazo por los hombros. Suavemente me tiró sobre él. No opuse resistencia, y acomode mi cabeza sobre sus piernas cruzadas.

-Puedes volver a cerrar tus ojos... Ahora estoy yo para protegerte de cualquiera que quiera molestarte- Me dijo con su suave voz. Una de sus manos se enredó en mi pelo, y comenzó a acariciarlo suavemente.

No le respondí nada. No entendía porque podía comportarme así con él. Jamás había sido demasiado confianzuda. Siempre más bien me costó entablar relaciones. Y tomar confianza con alguien era todo un reto. Siempre había sido más bien de las que no saben que decir, y las que no establecen contacto físico.

Pero con él todo era distinto. Yo podía acercarme a él, y él podía acercarse a mí; y parecía algo absolutamente normal. Como si siempre nos hubiésemos comportado de esta manera, aún sin habernos conocido antes. Era una conexión que no lograba terminar de explicar. Y menos aún por el corto tiempo en que nos conocíamos, si en quince días uno puede decir que puede llegar a conocer a alguien.

Volví a abrir mis ojos, por el cambio de melodía. Sus ojos estaban fijos en los míos, y una sonrisa ocupaba toda su cara. Sus dedos seguían acariciándome. Dejo mi pelo atrás, y bajo a una de mis mejillas. Sus dedos iban y venían por ellas.

Vacilante, rozo sus dedos en mis labios. Los bese. Pude ver como mordía su labio inferior, y la felicidad me invadió, por haber logrado producir eso en él.

Sus dedos continuaron bajando, y se quedaron jugando entre mi cuello y mi hombro. Iban y venían. Rozándome suavemente. Quemándome. ¿Cómo podía lograr esto con tan solo quince días de conocerlo? Finalmente la música terminó, y note que el cielo estaba oscuro. Volví mi vista hacia él, que nuevamente tenia su mirada fija en mi rostro.

-¿Te gustaría hacer algo conmigo?- me pregunto mientras me ayudaba a levantarme. Estiro sus piernas, entumecidas. –Nunca imagine que podría encontrarte aquí... No sé porque supuse que te gustaría otro tipo de música- y me lanzó una mirada... ¿seductora?... realmente no sabia como definirla, pero prendió un fuego en mi interior imposible de explicar.

-Si lo piensas... Toda la “música moderna”, proviene de eso- y señalé el escenario.

-Si... Yo lo sé... Pero no todos suelen saberlo... Cada día me sorprendes más- y me tendió la mano para levantarme y ponerme sobre mis pies. Tomó mis bolsas. Y yo me quede embobada mirándolo.

-¿Qué tienes en mente?- le pregunté.

-¿Qué?- me dijo, sorprendido. Evidentemente su mente había volado a kilómetros de allí.

-Me preguntaste si quería hacer algo contigo... ¿O has cambiado de idea?- y puse mis manos en mi cintura, haciéndome la enojada. Se rio de mi, me tomo de la mano y me tiro hacia la salida.

-¿Te gustaría ver una película?-

-Ok- realmente le diría que si a lo que fuera… aunque estuvieran pasando la película mas desastrosa de la historia del cine.

Dejamos las bolsas en su auto, y fuimos caminando al cine que se encontraba por allí. Se tocaba constantemente su pelo, y podía notarlo nervioso. No éramos de hablar demasiado, el silencio entre nosotros no era una molestia. Nos bastaba vernos a los ojos y comprobar que ninguno estaba incomodo.

De las tres películas que pasaban, nos decidimos por una de acción. Mientras sacábamos las entradas, pude ver que un grupo de niñas lo miraban, y le sacaron un par de fotos. Él también las vio de reojo, y tiro de mí hacia la entrada de la sala.
Me hubiese gustado ir a preguntarles quien era mi misterioso acompañante.

Después de quince minutos de ver pedazos de cosas volando y fuegos computarizados mal hechos; con Thomas no aguantábamos más la risa, y decidimos irnos de allí. Para nuestra desgracia, el cielo de Londres se había puesto todo negro, y había comenzado a llover. El auto estaba a unas tres cuadras, así que no nos hicimos problemas, y fuimos caminando bajo la lluvia. Y Thomas hizo algo que hasta ahora jamás creí ver.
Se puso a cantar y bailar al mejor estilo de “Bailando bajo la Lluvia”; haciendo que yo riera de sus payasadas. Termino arrastrándome a su juego, y me hizo girar un par de veces.

-Ves... Siempre termino mojándome cuando estoy contigo- y comenzamos a reírnos los dos.

Llegamos al auto, que después de esto iba a tener que dejarlo al sol unos cuantos días, porque lo habíamos empapado. Compró comida en uno de esos locales de comida rápida, y me llevo a un acantilado, desde donde se veía Londres desde arriba. Era un paisaje hermoso.

Hablamos unas cuantas horas. Siempre teníamos temas de conversación, pero casi siempre terminábamos hablando de música o películas. Nuevamente me dijo que yo no era normal, que siempre había conocido mujeres huecas; pero que conmigo era distinto.
Eso iluminaba una zona de mi corazón, que parecía que poco a poco volvía a funcionar. Y aunque los miedos siempre me rodeaban… no podía evitar imaginarme, algún día, junto a él.

No hay comentarios: