Domingo: me levanté con el ánimo por el suelo. Aún no lograba entender que era lo que había ocurrido anoche. Y aunque mis dedos estaban ansiosos por marcar su número de teléfono, me contuve. Evidentemente los dedos de él también, pues no dio señales de vida.
Lunes: Cursar hoy significaba una cosa: cruzarme con Lizzy, quien a éstas alturas ya debía de estar plenamente enterada de todo. Y eso me aterraba por una simple cuestión: ¿Ella me interrogaría o no? ¿Va a estar de su lado, o del mío… o de ninguno?
Por un momento pensé en faltar a clases, pero sabía que eso no iba a detenerla. Así que tomé mis cosas y me fui.
Lizzy estaba en su banco, hablando con Anne y Rose. Tenía su cara un poco seria, lo que confirmaba que algo sabía; pues al igual que su hermano, solían mostrar una sonrisa ante todo, al menos la mayor parte del tiempo. Me acerqué lentamente a ellas, y se callaron cuando me vieron. Sentí mi corazón detenerse de los nervios.
-No tengas miedo, no te voy a morder… Tú no tienes la culpa de que mi hermano sea un idiota- Me dijo Lizzy, mostrándome una sonrisa forzada.
-No debería haberle dicho algunas cosas que le dije- Confesé en un susurro.
-Oh, no, querida… Hiciste muy bien… Alguien debe mostrarle la cruda realidad de vez en cuando… Thomas está muy acostumbrado a que últimamente todos tratamos que se sienta lo más confortablemente posible.- y me hizo señas para que me sentara a su lado.
-Entonces… ¿No estás enojada conmigo?-
-No… Que va… Él fue quien no me dejó dormir con sus interminables monólogos, debatiéndose que debía hacer contigo.-
-Y… ¿Decidió algo?- Que no me deje, que no me deje… pensé por dentro.
-Lamento decirte que tardará unos días en procesar todo esto… Lo más seguro es que no lo veas mientras tanto… Pero quédate tranquila que todo se va a solucionar. Dale tiempo, pero es necesario que por el rumbo que han tomado las cosas entre ustedes dos, él tenga que ponerse firme y contarte toda la verdad.- Y mientras me daba un abrazo, el profesor entró y tuvimos que finalizar nuestra charla.
Miércoles: Cuatro días enteros sin tener noticias de él. La expresión “caminar por las paredes” ya había perdido significado en mi caso.
Decidí que debía hacer algo que me hiciera olvidarlo, al menos por unos segundos. Me fui a ese gimnasio nuevamente, a probar suerte.
Arthur estaba a punto de comenzar la clase, cuando entré. Me dejó acomodarme mientras el resto se estiraba un poco. Se acercó a mi sonriente.
-Me alegra que sigas volviendo… Hoy se nota que te hace falta… Tienes una cara mujer-
-Si… Espero no entorpecer más tu clase con mi falta de entusiasmo-
-Querida… Yo soy un frasquito concentrado de entusiasmo… Comienzo a bailar yo, y todo el mundo queda contagiado- y me guiñó el ojo, mientras se giraba para comenzar la clase.
Fue dura; pero tal como él dijo, salí un poco más animada. Caminando a casa, sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Era un mensaje.
-Perdóname por ser tan idiota. Soy un tonto que no puede ver más allá de su nariz. Estoy tan preocupado porque descubras quien soy, y que eso te haga enojar conmigo; que perdí de vista cuanto te quiero a mi lado. No necesita ser ahora mismo, pero estoy esperándote.-
-No hay nada que perdonar, Thomas… Yo te daré todo el tiempo que necesites para dar un paso en esa importante decisión… Pero no me lastimes en el proceso.-
Viernes: El día estaba hermoso… y lo mejor… era que no tenia clases… eso lo hacia aún más increíble. Con mi cabeza asomada por la ventana, viendo la gente pasar por la vereda, dirigiéndose a su lugar de trabajo o estudio, cuando el torbellino de Peter entró por la puerta. Jamás lo había visto tan entusiasmado. Una sonrisa se me creo en los labios, tratando de averiguar que seria lo que lo tendría tan efusivo.
Y entonces se puso delante de mí y agito unas entradas.
-¡Mira lo que tengo!... ¡Tienes que venir conmigo! -
Y me volvió a sacudir las entradas, de las cuales lo único que distinguía era que eran de color amarillas. Se las saque de las manos, y una vez quietas ante mis ojos, vi que decía que era para un concierto intimo de… los 100 monkeys!... la banda en la que tocaba Jackson Rathbone.
Ahora éramos dos personas saltando y dando gritos. Sofía y Troy nos miraban desde el sillón del salón sin comprender nada.
-¿Cómo mierda las conseguiste?- le pregunté casi gritando.
-Una amiga… La “rubia”… Consiguió un par de entradas no se como, y me regaló un par… Sólo pensé en vos… Somos los únicos a los que puede gustarnos su música.- y me abrazo y empezó a saltar alrededor mío haciendo cantitos preguntándome si lo iba a acompañar o no.
-Obvio que voy… Es una oportunidad única en la vida-
Y nos pusimos a organizarnos, para poder ir mañana a la noche. Llamó a su “amiga”, para poder ir todos juntos, y así estar mejor. Jamás había visto a Peter tan emocionado en mi estadía en Londres.
Ni siquiera pensé en Thomas, pues él seguía sin hablar conmigo. Y yo no iba a perderme esto por su culpa.