viernes, 29 de octubre de 2010

Capitulo 20 (viernes 12 de septiembre)


Esa noche, y eso que no había visto ninguna película de terror, me invadían las pesadillas. Yo con alguien, y luego me quedaba sola. Otra vez me encontraba en el prado… en ese “prado”… en el de Edward y Bella… yo tirada en el suelo, con el verde pasto húmedo debajo mío, los árboles a mi alrededor no dejaban que viera el sol. Unos rayos traspasaban sus hojas, solo permitiéndome ver la cara de Edward.


¿Qué demonios hacia yo con Edward?... ¿Y en el medio del prado?... Ese sueño solía tenerlo con mi ex… revivenciando el momento en que me dejo, y caracterizándonos como Edward y Bella… En su momento lo tome como una buena premonición, pues Edward volvía con Bella… pero los días pasaron y “mi” Edward no volvió… y yo tampoco fui a buscarlo. Que estúpidos orgullosos que fuimos.


Pero yo seguía ahí, con Edward delante mio… y entonces alguien gritaba… y una luz verde cubría el lugar. Lord Voldemort, en brazos de Colagusano, aparecía por entre los bosques… y ahora, en donde había caído Edward, se encontraba el cuerpo inmóvil de Cedric Diggory. Mierda, que imaginación mas potente que tengo, pensé. Me quede helada viendo la imagen, pero cuando volví a cerrar y abrir los ojos, ya todo había cambiado de nuevo. Estaba en una cocina, con un viejito delante mio. ¿De donde lo conozco?... ¿De donde lo conozco?...


Y entonces vi que en sus manos tenia un libro… Lo tenia abierto, y le recitaba una frase a un chico, que estaba sentado a mi lado (y yo hasta entonces no me había dado cuenta), con su cabeza entre sus brazos, pero no podía verle la cara. La frase era…


-Sometimes… We all need a little help- y el viejo le sonreía.


Me desperté bruscamente varias veces esa noche, con el corazón acelerado, pero finalmente me quede dormida, y ya no tuve sueños.


Me desperté a la mañana, con los rayos del sol alumbrándome la cara. Mi corazón seguía acelerado, así que decidí que iría a algún parque a hacer una hora de yoga, eso siempre me tranquilizaba. Tome un desayuno liviano, y me puse mis ropas deportivas. Me puse un poco de maquillaje… aun quedaba restos del efecto barba larga sobre mi rostro, que quería ocultar por algún tiempo (si quería evitar cargadas, obvio).


Fui a un parque a unas cuadras, que siempre veía a gente haciendo deporte. Le pregunte a un policía si podía pisar el pasto, pues allá en ciertos lugares no te lo permitían. Le comente que era para hacer ejercicio, y me mostro un sector que estaba habilitado para eso.


Busque mi celular, y puse mi música tranquila. Hice mi rutina, y cuando estaba con la cabeza hacia abajo (esa posición en la que te pones derechita, con los pies para arriba), siento que mi celular suena. Era Lizzy. No le di importancia, y espere a que cortara, ya la llamaría cuando terminara. Pero llamó tres veces más, así que desistí, me tire al suelo, y la llame.


-¿Qué mierda pasa Lizzy?- pregunte un poco molesta, sus llamadas podían haber arruinado toda mi paciencia y rutina de tranquilización.


-¿Estabas ocupada?... Porque ¡Vamos de Shopping!... Por Favorrrrrrrrrrr…-


-Grrr- refunfuñe, porque su insistencia solo se debía a su locura- Ok, pero estaba haciendo ejercicios, así que al menos déjame pegarme una ducha… Nos encontramos allá.- y le colgué, sin esperar que me contestara.


Termine de estirarme, y aun con el ceño fruncido fui para casa. Recién durante el baño logre tranquilizarme. Me vestí lo mas cómoda posible, pues me imaginaba que me iban a salir ampollas. Y fui hacia el shopping. Cuando llegue me sorprendió no solo encontrar a Lizzy, Anne y Rose. Habían arrastrado a los chicos también. Suspire al menos podía contar con apoyo moral, y sonreí ante la loca idea de que quizás ellos también fueran adictos a las compras.


Nos arrastro de una tienda a otra, como si fuéramos juguetes. Lizzy se probo no se cuanta ropa, y toda de marca. Yo aun no había comprado nada, cosa que Lizzy hizo notar, armando un gran escándalo en el medio de un local, así que tome una simple remera y la compre. Odiaba la marca de diseñador. Siempre considere que era cara para llenar los bolsillos de sus creadores, pero que era exactamente igual que el resto de las ropas. Yo amaba las tiendas departamentales, pero Lizzy no me dejo ni pisar una ese día.


Íbamos por la… vaya a saber uno que numero de tienda. Entramos solo las chicas, pues tenia sectores separados, así que los chicos se fueron hacia el otro lado. Mientras Lizzy en tiempo record, tomaba prendas y se dirigía al probador para probárselas, acompañada por las otras dos locas obsesionadas de lo fashion; me quede dando unas vueltas en el local, viendo si algo llamaba mi atención. Entonces, una de las mujeres que atiende el local, se me acerco y me dijo.


-Hola… ¿Buscabas algo en particular?... Porque hay cosas muy caras aquí-


Por un momento, me sentí Julia Roberts en “Mujer Bonita”; y en realidad, era la misma escena, aunque yo no era ninguna prostituta, y no creía estar realmente tan mal vestida, como para crear esa imagen frente a una hueca desconocida.


-¿Discúlpeme, que me decías?- Le pregunte con mi mejor tono, quizás se ha confundido con otra persona, así que quise darle una segunda oportunidad.


-Hum… Nada… No quiero sonar grosera… Pero estoy segura de que encontraras cosas más accesibles en el segundo piso- y me sonrió.


En el segundo piso se encontraban las tiendas departamentales que yo tanto adoraba. Quería escupirle en la cara que esas tiendas departamentales eran 100 veces mejor que la porquería que ellos vendían; ropa fabricada por esclavos. Tome aire, y le dije…


-Estoy segura que quizás conoces esto...- y me saque la billetera del bolsillo, y extraje una tarjeta de crédito… pero no cualquier tarjeta de crédito… era una visa dorada internacional –Es usualmente llamada “tarjeta dorada”, por su amplio límite de crédito… Y no te preocupes… Voy a gastármela toda en el segundo piso… Mientras tanto, tú vete a esperar a otra persona que tenga una de éstas, y procura no ser ruda con ella la próxima vez- Le sonreí, me guarde mi tarjeta, y salí de allí.


Escuchaba los lamentos de la señora detrás mío cuando me marche, pero seguí caminando y no le di importancia. Sabia que Lizzy y las demás estaban aun ahí, pero no iba a arruinarles su día, así que después las llamaría para saber done estaban, diciendo que me había perdido o algo por el estilo.


Y me fui al segundo piso. Todo un piso de ropa normal y común. Sonreí al entrar, y tome un carrito. Primero fui a la parte de hombre, y me compre dos camisas a cuadritos entalladas. También unos jeans anchos, me eran cómodos para estar en casa o salir a hacer algo tranquilo. Luego fui a la parte de mujeres. Me compre tres remeras, un saco, una campera, dos jeans, unas botas, medias, muchas medias. Cuando fui a la parte de ropa interior, me paralicé, y seguí de largo. Fui a la caja, y pague todo. Y salí con una sonrisa de oreja a oreja, con mis cuatro bolsas del segundo piso.


Fui a la puerta del local donde se encontraban las chicas, y las vi en la puerta con los celulares en las manos. Estaban a punto de llamarme cuando me vieron.


-¿En donde te habías metido...?- y bajo su vista a mis bolsas – ¿No puedes con tu genio?... A que no.-


-No... No puedo- y vimos que los chicos salían del otro lado, con algunas bolsas, aunque obviamente no tantas como nosotras. Por la vidriera vi a la mujer de la tienda que me miraba con ojos dolidos… le refregué las bolsas para que viera lo que se había perdido. El único que se percato de esta acción fue Sam.


-¿Qué estas haciendo, alien?- me pregunto al oído.


-Es un secreto… Ella no quiso venderme ropa porque creyó que yo no tendría la plata para pagarlo… Le estoy demostrando lo equivocada que estaba.-

-Jajaja… Tú si que puedes ser mala cuando quieres.- y nos pusimos a caminar detrás del grupo.


Thomas se acerco y me ayudo con unas de mis bolsas. Él solo había comprado una bolsa, cuyo contenido no me mostro. Me dijo que era una sorpresa. Entonces note como el grupo se detenía delante nuestro, y Lizzy me gritaba algo de no se que de que obligatoriamente debía entrar y comprar algo en este lugar. Levante mi vista… un cartel que decía “Victoria Secret” ocupaba el frente.


-Haha… Sigue soñando chica- y me di la vuelta para sentarme a esperarlas en unos bancos que estaban colocados enfrente. Thomas me agarro las bolsas, y me tiro a los leones.


-Será mejor que vayas con ella… Créeme- Lo mire con cara asesina, y él solo sonreía. Entramos, y fue entonces que note que ellos habían entrado detrás de nosotras.


-Dime que esto es un chiste...- le dije a Thomas. Él solo se digno a guiñarme un ojo.


En el intervalo en que me quede embobada mirando a Thomas, vi como unas prendas rozaban mis manos. Entonces fue cuando vi a Lizzy parada enfrente de mí apuntándome con el dedo, y exigiéndome que me las probara. ¿Que me probara que cosa?... Entonces baje la vista, y vi la ropa interior colgando de mis dedos. Eso no era ropa interior, era mi hilo dental, o más fino aun.


-DE NINGUNA MANERA- y tire todas las cosas en el mostrador. Y me cruce de manos, para que no me pusiera mas cosas. Finalmente se rindió, y se fue a comprar lo que ella necesitaba. Me quede mirando con asco las prendas, y no note que Thomas estaba parado al lado mío.


-Estoy seguro de que te verías muy sexy en eso- me susurro en mi oído, haciendo que mi cuerpo se estremeciera por su cercanía.


-No… No lo creo… Tú… ¿Tú me quieres ver con esto puesto?- le pregunte con inseguridad.


-No pienso obligarte a nada… Pero para que lo sepas… Amo la lencería femenina- y viendo que nadie nos miraba, recorrió con sus labios mi cuello, hasta besarme debajo de mi oído, haciendo que nuevamente me estremezca. Pensé en seguirle el juego.


-En realidad, prefería estar desnuda cuando este en frente tuyo… Sería más rápido… Pero si así lo deseas… Tú podrías elegir algo para mí, con la condición de que sea algo cómodo… Algo como eso…- le dije apuntando con la mirada hacia un sector de babydolls y cullotes. Tomo una gran bocanada de aire, y sonreí satisfecha de haber conseguido que me imaginara desnuda, en sus brazos.


-¿Realmente… Me dejas elegir a mí?- dijo mordiéndose el labio inferior


-Sip, confío en tu buen gusto- le dije acercándome a él, y acariciando su torso, hasta llegar hasta su ombligo. Hice un circulo alrededor de él, y note como su excitación se hacia evidente al tacto. Lizzy me llamo por consejos, así que me di media vuelta y me fui hacia donde se encontraba ella, sin antes perderme de ver como Thomas maldecía, y salía en busca de un baño.


Después de que Lizzy decidiera cuales de los conjuntos llevarse, me alegró por fin salir de ese lugar. Me sorprendió que solo fueran las 2 de la tarde. Yo que pensaba que eran como las cinco ya. Fuimos a un patio de comida, y nos compramos unas hamburguesas. No había notado el hambre que tenia, hasta que tuve la hamburguesa y mis papas en mis manos. Y el resto se ve que tampoco, porque no acorde a lo normal, nadie abrió la boca, excepto para comer.


Habíamos terminado, y Lizzy quería seguir recorriendo tiendas. Por suerte los chicos se negaron, así que me quede con ellos. Al rato, sentí que me aburría, y una enorme tienda de libros venia llamando mi atención desde hoy, así que fui a inspeccionarla.


Era grande, enorme, gigante. Jamás había estado ante una biblioteca de tal tamaño. Mi boca tardo unos cuantos segundos en poder cerrarse. Empecé a recorrer los estantes, y entonces una zona llamo mi atención. Era de colecciones especiales. Casi me muero. Estaban las ediciones especiales de Harry Potter y de Crepúsculo, que venían con no se cuantos accesorios, fotos, firmas, y no se que mas. Ni quise preguntar el precio, pues ni con los 100.000 euros que me había ofrecido Thomas iba a poder pagarlo, lo imaginaba.


-¿Estás buscando algo en particular?- Reconocí la voz de Thomas detrás mío.


-Estoy viendo todas éstas ediciones especiales de Harry Potter y Crepúsculo… Míralas…- y volví a abrir mi boca. Sentí como se reía a mi lado.


-Tienes la misma expresión que mi hermana cuando se compra ropa… Ahora sé que es lo que a ti te fascina- y me paso su brazo por mi cintura, acercándome un poco hacia él.


-Yep… Amo los libros-


-Si tuvieras que elegir entre las dos sagas… ¿Cuál elegirías?-


-Ohh... No tengo idea... Creo que Potter es la mejor inversión... Pero Crepúsculo.... Es Crepúsculo.... No puedo compararlos… Hum… Creo que me gastaría todo mi dinero, pero compraría los dos- y le sonreí, ante mi ilógica conclusión. Tome su mano y seguimos recorriendo los pasillos de la biblioteca.


Termine eligiendo unos cuantos libros, casi todos de suspenso o policiales. Cuando llegamos a la caja, Thomas fue más rápido que yo, y pago por los libros. A lo cual yo proteste por unos segundos; pues me estampo sus labios sobre los míos, y olvide sobre que discutíamos.


Cuando llegamos a la mesa donde estaban los chicos, vi que Sam nos miraba y sonreía. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que Thomas había puesto su brazo alrededor de mi cuello, abrazándome. Sentí como el calor se apoderaba de mi; pero la sensación desapareció pronto, pues Thomas retiro su brazo al ver que miraba fijamente su mano.


-Lo siento- me dijo al oído.


-Para nada… Lo estaba disfrutando- y una sonrisa ilumino su cara. Y me tomo la mano por debajo de la mesa, sin que los otros nos vieran.

viernes, 15 de octubre de 2010

Capitulo 19 (miércoles 10 de septiembre)


Thomas me había llamado la noche anterior, para asegurarse que hoy pudiéramos hacer unas cosas juntos. Me paso a buscar por la facultad, cosa que hizo que su hermana pusiera el grito en el cielo (delante de toda una clase de curiosos).

La gran sorpresa fue, que el vale ilimitado de helado no fue el único regalo.

-Me tienes que prometer que no vas a gritar, negarte, o algo parecido…- Me había dicho como ultimátum. Quería hacerme un regalo, que parecía que era caro, pues él ya había considerado la idea de que yo me oponga terminantemente.

Manejó con una gran sonrisa en la cara, y podía ver como cada dos por tres, nuestras miradas se cruzaban, y ambos nos poníamos colorados.

Finalmente llegamos al lugar. Era una gran tienda de electrodomésticos. Ahí me hice una idea de lo que iba a regalarme. Frente al chico que nos atendió, mis sospechas se corroboraron. Me regalaba un nuevo celular.

-Ahora podremos llamarnos cada vez que queramos… Y no tendré que oír tus quejas…- y paso un brazo alrededor de mi cintura, para guiarme hacia el mostrador donde exhibían todos los modelos. Ese tacto hizo que todo mi cuerpo se estremezca.

Había un montón de aparatos, y aunque yo tenía cariño con el mío… termine eligiendo uno que lucia espectacular… y tenia luces, mi único requisito de un Nokia.

Después de hacer todo el papeleo, salimos con Thomas del local. Le agradecí unas miles de veces por el regalo.

Llegamos a su auto, y como siempre, me abrió la puerta primero a mí. Entré y me quede viendo como daba la vuelta para subir a su lado; cuando un grupo de chicas, de unos veinte y tantos años, lo pararon en seco. Gritaban no se que cosa, y pude ver como desapareció la sonrisa que hasta entonces tenía.

Se saco una foto con ellas, y yo miraba desde adentro con el seño fruncido, sin comprender la situación; aunque él me había dicho que era conocido aquí en Londres, no pensé que tuviera tal reacción en las mujeres. Y allí comprendí sus miedos, y porque se ocultaba.

Se despidió lo mas amablemente que pudo de ellas y subió al auto. Las chicas siguieron mirando en nuestra dirección, y cuando me vieron a mi, me señalaban sorprendidas. Volví mi mirada hacia mi derecha, donde estaba él; y me encontré con un Thomas tiritando y sudando. Cerró sus ojos tratando de tranquilizarse, pero no sirvió de mucho.

Lo acuné entre mis brazos, tratando de que se calmara. Bese la lágrima que escapo de su ojo derecho, y al ver que aun estaba nervioso, fui besándolo por toda su mejilla. Me detuve en la comisura de sus labios, al notar que ya no temblaba. Mis ojos subieron, hasta encontrar los suyos.

-Gracias…- salió de sus labios… y el calor de su aliento me golpeo de lleno, pues aun me encontraba pegada a él. Las barreras se cayeron, y apoye mis labios sobre los suyos, suavemente, tal y como merecía ser tratado en ese momento. Cerré el beso y nos separamos.

No habló demasiado del tema. En realidad, no habló del tema. Cancelamos nuestros planes de salir esa noche; pues él no se encontraba a gusto entre gente después de lo ocurrido con el grupo de mujeres. Así que fuimos a su casa. Era la primera vez que iría a su casa.

Tenía una gran entrada, era de dos pisos. Entramos por el garaje, y vi que entrarían al menos, tres autos. Había otro auto en una esquina, pero debajo de una tela oscura, así que no supe cual era. Cuando le pregunte tampoco me lo quiso decir.

En el piso inferior estaba el living y la cocina. El living era enorme, y tenía dos de sus paredes ocupadas por Dvd´s de música y de películas. Unos sillones grandes se situaban frente a una pantalla gigante. La cocina, tenía una gran mesa de madera, y también era alucinante, como el resto de la casa.

En el piso de arriba se encontraban las habitaciones, baños, y la sala de música. La sala de música era genial, tenía acústica; y estaba llena de instrumentos. A la derecha, una colección de guitarras. Había otros instrumentos también, hasta una batería. Había para todo un ensayo de una banda.

En el centro, un gran piano de cola negro resaltaba entre todo lo demás. Lo miré, deseando por dentro que tocara algo; pero notando aún su seriedad luego de lo ocurrido hoy, no esperé que eso ocurriera hoy.

La ultima habitación que me mostro fue la suya. Estaba pintada de azul, tal como mi habitación en Argentina. No había muchas cosas. Solo una gran cama, mesitas de luz, un ropero y un espejo. Enfrente a la cama, había un gran ventanal, que daba al patio. La luz de la luna se introducía a la habitación, dando un toque romántico inesperado.

Bajamos, y pidió pizza. Mientras esperamos, nos pusimos a jugar con el Wii. Parecíamos dos niños, pero al menos volvía a sonreír. Cuando llegó la pizza, nos acomodamos en el piso, apoyándonos en los sillones. Comimos mientras mirábamos una película que pasaban en no se cual canal.

De postre, saco medio kilo de nuestro helado favorito. Trajo solo una cuchara, lo que no podía significar nada bueno… o totalmente lo contrario. Él se encargo de darme cucharada tras cucharada.

Entonces empezó a hacer el juego del avioncito, y la mitad del helado quedaba en mi rostro. Primero lo quitaba con la cuchara, y con la servilleta me volvía a dejar limpia. Entonces, llegando casi al final del pote, volvió a mancharme con el helado; pero esta vez, sus labios se encargaron de quitármelo de encima.

Se fue acercando lentamente, mirándome fijo a los ojos. La mano que sostenía el pote, lo soltó en la mesita que teníamos delante, y fue a parar a un lado de mi cara, sosteniéndome. Cerró los ojos cuando sus labios tocaron mi piel, y no pude evitar estremecerme por su tacto. Me miro, analizando si había alguna queja de mi parte; y como no emití sonido, volvió a besarme donde quedaba restos de helado.

Sus labios, fríos por el helado; iban recorriendo mis mejillas, que por su tacto, hervían. A pesar de tener esa barba larga y dura, a medida que me besaba, no podía sentir otra cosa que no fuera placer.

Mi cuerpo empezó a reaccionar, y mis manos viajaron, lentamente, del suelo, hacia sus hombros. Sus labios, comenzaron a atacar a los míos, ahora en forma directa. Nos separamos unos centímetros, para permitirnos respirar; pero nuestros labios se extrañaban, así que se juntaron nuevamente. Suavemente, una de sus manos comenzó a recorrer mi espalda, viajando ida y vuelta desde mi cintura, hasta mi cuello, apegándome aun más a él.

Sus labios me abandonaron, para bajar hacia mi cuello, y mis hombros. Allí empezó a recorrer con sus labios, dando pequeños besos y mordiscos en mi piel; desde mi hombro, hasta mi oreja. Iba suavemente, volviéndome completamente loca.

Mis manos se cansaron de sus hombros. Una viajo hacia la parte de atrás de su cabeza, jugando con su pelo; y la otra descendió por sus brazos, y luego busco su espalda, y subió por ella. Gemí cuando me beso debajo de mi oreja, y en ese momento en que mis murallas se volvieron a derrumbar; sentí como mi espalda se pegaba al suelo, y su cuerpo se colocaba suavemente sobre mí.

Lo escuche suspirar contra mí, cuando una de mis manos decidió hurgar dentro de su camisa, investigando su espalda, y luego viajando hacia delante, y tocar su dorso. Quería más, necesitaba tocar todo su cuerpo. Así que comencé a desabrochar los botones de camisa.

Deslizó sus manos por debajo de mi remera. Las volvió a bajar a mi cintura, y bajo un poco mas. Tomo mis muslos, y posiciono mis piernas, de forma tal que lo rodearan a él. Sus mejillas estaban encendidas en un rojo carmesí cuando volvió a levantar la vista para mirarme a los ojos. Su respiración se encontraba tan entrecortada como la mía, y un gemido salió de mis labios, cuando comenzó a mecerse sobre mi, rozándome con la parte mas dura de su ser en el lugar exacto de mi mayor excitación.

Sin poder resistirlo, nos fuimos quitando la ropa que tapaba nuestros cuerpos. Él me besaba en todo momento; y estalle en risas cuando corrió al baño y regreso con una tira de condones. Solo él podía hacer algo así.

Era el momento. Ambos estábamos desnudos. Su mirada me recorría, y yo no podía evitar estremecerme al pensar que pensamientos había en su cabeza. Los míos eran uno solo. Quería hacer el amor con Thomas… y lo quería ya. Así que pase mis manos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mi.

Volvió a la tarea de besarme; y yo sutilmente fui bajando mi mano, hasta llegar a su miembro. Lo acaricie con la yema de mis dedos, y vi como cerraba los ojos y sus labios dejaban escapar un gemido. Lo toque entero, y ya no había dudas de que estaba listo. Abrió los ojos y me miro fijo, preguntándome si yo también lo estaba. Al cabo de unos segundos, se encontraba sobre y dentro de mí.

Comenzó lentamente, mirándome a los ojos, besándome los labios. Pero poco a poco su pasión se hizo más urgente, y empezó a acelerar el ritmo. Levanto unos centímetros el torso, haciendo que su punta masajeara de manera excelente mi punto “G”. Los gritos que hasta entonces era capaz de retener, comenzaron a salir de mi boca; lo que produjo que él aumentara aun más el ritmo.

Unas gotas de sudor bajaban por su frente, cuando vi que cerraba sus ojos y apretaba sus labios. Estaba cerca. Y yo también. Cuando ambos tocamos el cielo, se tiro a mi lado, y me posiciono a su lado. Aun temblábamos por el sentimiento, pero nuestras miradas no se cortaron.

-Te amo- me dijo mientras sus dedos recorrían mi rostro, y él trataba de controlar su respiración

-Yo también te amo, Thomas- le susurre en su oído, y note como sonreía.

-Escuche esas palabras tantas veces antes… Sin embargo, es la primera vez que realmente creo en ellas- y volvió a tomar mi cara entre sus manos, para seguir besándome, a ritmo lento, hasta acabar dormidos los dos.