domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo 27 (Jueves 25 de Septiembre)


El calor era agobiante. Parecía que el verano quería despedirse con las temperaturas más altas de la historia. Pregunte a todos los ingleses, y todos me respondían lo mismo. Este calor, a estas alturas del año, eran anormales. Y yo teniendo que cursar. Mi gozo en un pozo.


Cuando el profesor termino de dictarnos el próximo trabajo que deberíamos realizar, suspire agotada. Tome mis cosas y salí del salón. Busque la cantina para comprar agua mineral, pues a estas alturas estaba deshidratada.


Salí a la calle, y me sorprendió que pareciera un infierno. Miré al cielo, sin ningún rastro de nubes que me hicieran tener la esperanza de que lloviera en algún momento. Nada. Ni una pequeñita. ¿Por qué Londres me fallaba cuando más necesitaba de sus lluvias?


Volviendo a quitarme el sudor de la frente por enésima vez en el día; tome la sabia decisión de volver a casa en taxi. El calor y mis tendencias a la baja presión no éramos una buena combinación, para decidir justo hoy, volver caminando.


Llegué y por suerte había agua; así que tome una ducha, casi fría, y eso me relajo un poco. Sequé mi cuerpo lo más rápido posible, para no perder la poca frescura que había adquirido. Prendí el ventilador de techo, y me acosté sobre la cama. Sin darme cuenta, me quede dormida.


Al otro lado de la puerta, escuché a los chicos hablar; así que lentamente me desperté y fui con ellos. Terminamos sentándonos en el porche, viendo si alguna nube se decidía a formarse y comenzara a llover, aliviándonos de esta tortura. Pero los minutos pasaron, y hasta llegó la noche sin ningún tipo de novedad.


Mientras nos reíamos de las locuras de Troy, el auto de Robert estaciono en la vereda. Bajo con una gran sonrisa en su boca. Me levanté como si un rayo me hubiese disparado en mi parte trasera.


Antes de saludarme, me agarro por la cintura, me atrajo a él, y estampo sus labios en los míos. Tenía puesto un jean negro y una remera mangas cortas, color blanca. Su pelo estaba atado, cosa que me sorprendió. Debía tener mucho calor.


-Hola hermosa… ¿Puedo secuestrarte?- me pregunto al oído en un tono sexy, que daba a lugar a tantas interpretaciones.


-¿Qué tienes en mente?... Porque estoy realmente acalorada- le susurre. Pude sentirlo estremecerse, y al mirarlo nuevamente a la cara, vi esa sonrisa malévola.


-Créeme Hermosa… Haré todo lo posible por hacerte sentir más cómoda… Pero no menos calurosa- contraataco, lamiendo el lóbulo de mi oreja en el proceso.


Ahora fui yo la que caí rendida a sus pies, y la que necesito un balde de agua fría mental si no quería tener un orgasmo allí mismo, delante de toda la maldita Inglaterra, cuna de Thomas… Robert.


Saludamos a los chicos, y subimos a su auto. Pensé que íbamos a su casa, pero no. Luego me imagine en alguna sierra, pero tampoco. Y como no me gustan las intrigas, le pregunte.


-¿Hacía donde nos dirigimos… exactamente?- y se rió.


-A mi casa… Otra de mis casas… Con equipamiento especial para la ocasión- y sonrió de lado, y nuevamente tuve que concentrarme. Estaba logrando que mi temperatura no lograra bajar de los 38 grados, y con un día como hoy eso no era para nada bueno. Me dediqué a perder el tiempo jugando con su, ahora, pelo suelto.


Luego de varios minutos de andar por la ruta, tomamos un camino alterno, llegando así a lo que parecía un barrio muy exclusivo, pues había pocas casas, y todas eran gigantes.


Y entonces el auto de Thomas giró, y se dirigió a una entrada espectacular. Un gran portón de metal nos abrió paso, y se cerró una vez que pasamos. No lograba distinguir grandes detalles, pero la luz de la luna me permitía distinguir que se trataba de una gran casa, de dos pisos.


-Espera aquí… Tengo una sorpresa…- y me dio un rápido beso en los labios y se bajó del auto, dejándome unos instantes sola.


Trataba de mirar en la oscuridad, para adivinar que hacia; pero no lograba ver nada. De repente, se prendieron todas las luces del patio, y a unos metros de distancia, vi una pileta… una gran pileta de natación. Robert se acercó y destrabó unas cosas, y entonces una cubierta comenzó a correrse, dejando ver el agua cristalina debajo.


Yo me baje del auto, aun con mi boca abierta de la impresión de la pileta. Robert se acerco a mí con una enorme sonrisa.


-No tenemos trajes de baño… ¿Por qué no me avisaste?-Le pregunté mirando la amplia pileta. Mientras tanto, él comenzó a quitarme el celular de mi bolsillo, y todo lo que tuviera en ellos.


-Pero… Tú deseas nadar en ella… ¿no es cierto?- me dijo con una de sus sonrisas traviesas, y con esa ceja levantada que me quitaba la respiración. Sus ojos, celestes como el agua, me miraban absortos. Asentí, sin poder decir nada, y fue cuando me tomo por la cintura que comprendí todo.


-Noooo…. Ni se te ocurra… Robert Thomas Pattinson suéltame ahora mismoooo-


-No lo haré ni por mil demonios- Dijo, mientras comenzaba a reírse a carcajadas. Yo empecé a correr, evitando que me alcanzara, pero obvio que él era mucho más rápido y fuerte que yo.


Luego de forcejear unos segundos, no le vi sentido seguir resistiéndome; y aunque lo amenace, no logré convencerlo.


Estábamos en el borde de la pileta. Él me cargaba al estilo “novia”. Eché un vistazo al agua, y luego otro vistazo a él. Sonrió y gritando de felicidad nos tiro a los dos en el agua.


Dentro del agua, las burbujas comenzaron a hacernos cosquillas. Era increíble la ideal temperatura que tenia el agua. No podría, ni aunque quisiera, protestar; pues me encontraba a gusto. Tomó mi mano debajo del agua, y nos impulsamos hacia la superficie.


-Esta ha sido tu venganza… ¿no es cierto?- y le salpiqué con agua.


Sin dejar de sonreír, me tomo por la cintura, y comenzó a dar vueltas. Parecía una típica escena de amor de una cursi película romántica. Nos mirábamos el uno al otro, como si nada más pudiese existir.


Luego de jugar un rato, nos fuimos a un sector que tenía escaleras, y el nivel del agua descendía considerablemente. Me explicó que esa parte la diseño especialmente para que su sobrina pudiera nadar tranquila, y ellos no debieran preocuparse por ella.


La luna, nos miraba envidiosa desde el cielo; y no se atrevía a taparse con nubes. Le gustaba la vista. Y a quien no podría gustarle un Robert empapado, con su pelo pegado a su cara, al igual que su remera a su torso. Me encantaba ver a Robert tan tranquilo.


Y baje mi vista. Y me quede mirando su torso. Y el calor volvió a apoderarse de mí. Pero ya no era calor del aire; era combustión interna. Clavé mis ojos en los suyos, y vi como se mordía el labio inferior, y en sus ojos brillaba el deseo. Mis movimientos habían sido demasiado evidentes


Me senté sobre él, y rodeo con sus brazos mi cintura. Me acerqué lentamente, y besé suavemente sus labios. Fui recorriendo sus labios con castos besos; y luego los saboreaba con la punta de mi lengua. Baje hasta su cuello, y mi mano derecha se entrelazo en sus pelos. Subí hasta su oreja, y volví a recorrerla lentamente con mi lengua. Cuando volví al punto de partida, el lóbulo, lo tomé entre mis dientes, y suavemente lo deslice hasta sacarlo de mi boca.


Un gemido salio de sus labios, y sonreí. Entre mis piernas podía sentir como comenzaba a excitarse. Así que seguí. Lo mire a los ojos, y mis dedos comenzaron a recorrerlo desde sus hombros, hasta llegar al borde de su remera. Ambos teníamos ya el pulso acelerado, y nuestras respiraciones entrecortadas.


Tome la punta de su remera, y muy lentamente la fui levantando. Levantó sus brazos, en señal de rendición, y me dejó quitársela. Se relamió sus labios, y yo sabía que era lo que venia a continuación. Era mi turno de sufrir.


Apoyó sus manos en mi espalda, y comenzó a recorrerla lentamente. Un escalofrió me recorrió el cuerpo, haciéndome temblar. Se quedó paralizado por un segundo, y luego me pegó a su pecho. Con su boca en mi oído me susurro.


-Me vuelves loco, babe- y empujó su cuerpo contra el mío, presionando su miembro contra mi. Gemí en su oído, y ahí supe que ya no había más tiempo. Ya no quería jugar. Quería que un Robert, mi Robert, desnudo, me hiciera gritar de la excitación.


Lo separé de mi, y busque con desesperación sus labios; mientras sentía sus dedos deslizarse por debajo de mi remera, y luego intentar quitármela de manera insistente. Como siempre, con mi torpeza, casi arruino el climax, cuando mis brazos quedaron atorados, y él no podía quitarme la remera. Pero sin despegar sus labios de los míos, siguió insistiendo, hasta que logro quitármela por completo.


Lo único que se escuchaba era el ruido de nuestras respiraciones, y el sonido que hacían nuestros labios al separarse. Me quitó las zapatillas, que chocaron contra el agua y terminaron hundiéndose; para luego hacer lo mismo con las suyas. Miré hacia atrás, y en la piscina comenzaba a haber un desfile de ropa mojada. Me giré de nuevo, al sentir que por mi descuido, ya me había quitado el sostén.


Bajó con sus labios hasta llegar a mis pezones, y una vez allí, se dedico a torturarme lentamente con la punta de su lengua. Mis manos viajaron hacia su cintura, y aprovechando la situación, lentamente fui desprendiendo su cinturón. Logré sacarlo del lazo, y luego de la hebilla. Me apretó más hacia él cuando se dio cuenta, volviendo a clavarse en mi cintura.


Sin desprender aún los botones, recorrí con mis dedos su miembro. Gimió aun con su boca en mis pechos. Me miró desde abajo, y sonrió maliciosamente. No me vas a ganar esta, pensé; y volví a acariciarlo, logrando que tuviera que cerrar sus ojos y volviera a gemir. Lo siguiente pasó muy rápido.


No se de donde saco tanta fuerza, pero nos saco a los dos de la piscina.


-A la cama… ¡Ya!- Me ordenó. Y sus labios retomaron la tarea de besarme, mientras sus manos se desprendían de mi jean.


Me iba empujando hacia la puerta, y cuando estábamos llegando, me alzó para no tener que subir las escaleras de la entrada. Cuando me bajo, me apoyo sobre la puerta y me quito de un saque el jean… y el suyo, no sin antes sacar las llaves de la casa.


-¡Mierda!- maldijo porque no lograba poner las llaves en la cerradura, y me reí. Muy mala idea. Dejo de sostenerme, colocó bien la llave; me tomó nuevamente y me alzó haciendo que mis piernas rodearan su cintura. Apoyó mi espalda en la puerta y comenzó a mostrarme que buen maestro torturador podía llegar a ser, presionando esa bendita zona de su cuerpo sobre la mía, logrando que los gemidos volvieran a salir expulsados por mis labios.


Abrió la puerta, y me indico que fuéramos al primer piso.


-Mojaremos todo el piso, Robert…-


-Comprare una casa nueva… No importa… Pero por favor… Vamos al primer pisooooo-


Fuimos dejando un camino de agua a nuestro paso. Pasamos por el recibidor, y el living. Él me iba señalando los lugares, con mis labios amarrados por los suyos. Y allí encontramos la escalera al primer piso. Me volvió a tomar por mis muslos, haciéndome upa, y comenzó a tratar de subir por la escalera. Yo seguía besándolo por cualquier lugar que tuviera alcance. Tropezó a unos escalones de llegar, y caímos al suelo. Nos empezamos a reír primero, pero un rastro de malicia recorrió su rostro.


Se abalanzó sobre mí, besándome los labios, y bajando lentamente. Descendió un poco la velocidad y siguió bajando. Fue al notar que no volvía a subir que me di cuenta. Iba a saludarme con su maldita lengua inglesa.


Me quitó la última vestimenta que me cubría, y separo mis piernas dulcemente, para lamer ambos lados con su lengua de fuego. Cerró los ojos, y comenzó a besarme lentamente. Recorría con sus labios de arriba abajo mis labios mayores. Utilizo su lengua para rodear mi ciclotis, logrando que ahora también yo tuviera que cerrar los ojos.


El ritmo que llevaba era lento… y sin embargo mi corazón latía a mil revoluciones por segundos. Mi cuerpo pedía por más oxigeno, y pese a tener mi boca totalmente abierta, no lograba capturar el aire necesario para llenar mis pulmones. Lo note sonreír, rozando sus estirados labios sobre mi piel.


Se separo de mí, aun con esa sonrisa en sus pecaminosos labios. Subió besando mi estomago, mis seños, mi cuello y mis labios. Con su mano me acaricio el pelo, y me susurro… Te amo. Una lágrima rodó por mi mejilla. No se ni de donde salio, pero él se encargo de besarla y hacerla desaparecer.


Yo también te amo, le respondí, con la poca voz que me quedaba. Volvió a besarme los labios, y se separo de mí. Se levanto, y lo ayude a levantarme. Me alzó al estilo novia nuevamente, y con un movimiento de su cabeza hacia una puerta de color azul, que se encontraba a unos metros de distancia, me dijo:


-Esta es mi habitación… Aquella mi cama- y sonriendo me llevo y me acostó en su cama. Antes que se colocara sobre mi, le quite los grises calzoncillos que traía puestos.


En un abrir y cerrar de ojos, Robert estaba completamente dentro de mí. Sus brazos estaban a los costados de mi cuerpo, intentando mantener una distancia para no apretarme contra la pequeña cama. Con la poca voz que me quedaba, le pedí que se apoyara completamente sobre mí.


Nuestros corazones latían como uno sólo. Mis manos recorrían sin rumbo fijo su piel. Sus labios sólo se apartaban de los míos para respirar. Al acabar, lo único que logro decir fue… Tengo que comprar una cama grande.

viernes, 18 de febrero de 2011

Capitulo 26 (miércoles 24 de septiembre)


Hacia ya tres días de que oficialmente me había enterado de la verdadera identidad de mi Superman. Fue un alivio para todos, no solo para Robert y para mí. Si, ahora me obligaba a llamarlo Robert. Inclusive decía que sonaba sexy cuando yo lo decía. ¿Y quién era yo para contradecirlo si cuando decía su nombre tenía garantizada una “buena noche”?


Su familia y amigos estaban súper felices de tener a alguien más en la “secta”, como ridículamente había apodado Sam a quienes sabían de la doble identidad de Rob. Y con Rob, habíamos tenido al fin “la charla”.


Estábamos aún sentados en su sofá. Yo sostenía su cabeza entre mis piernas, y él me dejaba mientras tanto jugar con su pelo. Decía que lo tranquilizaba. Y a mi me encantaba su pelo. Que al fin lograba estar limpio.


Suspiré, mientras recordaba los grandes cambios que había dado desde que nos conocimos. El Thomas que había conocido en el supermercado era completamente desaliñado. Se veía a simple vista sus ansías de ocultarse. Su pelo era una gran bola de pelos sucios que estaba toda despeinada. Su barba larga, gruesa y dura; no tenía signos de ningún mantenimiento. Recuerdo que parecía un hombre que vivía en la calle.


Poco a poco fue mostrando parte de su ser interior. Cada paso le costaba mucho esfuerzo. Comenzó a peinarse, a vestirse un poco mejor. Y cada vez que lo veía era un cambio nuevo, aunque yo jamás hubiese dicho nada, pues notaba que era un pichón rompiendo su cascarón.


Ya en éste último tiempo había llegado el momento de hasta arreglar un poco su barba; aunque ahora entendía porque se negaba rotundamente a afeitarse por completo. Era su máscara. Su barba era como el antifaz del zorro o de Batman.


Y aquí lo tenía ahora. Su pelo limpio y ordenado entre mis dedos; deslisandose con tanta suavidad. Incluso con sus puntas recortadas. Baje mis dedos hacia su barba y jugué con ella.


-¿No hay nada que pueda ofrecerte para que te la quites? ¿No?- le dije mientras seguía acariciándosela.


No respondió rápido, como siempre sabía hacerlo. Impulsivo. Cerró sus ojos y frunció su ceño. Eso eran malas noticias. Lo había molestado.


-No hay problema… olvídalo- le dije mientras daba pequeños besos sobre su frente para que volviera a tranquilizarse.


-Podríamos probar…- y yo me detuve instantáneamente al oír eso. Una sonrisa se dibujo automáticamente en mi rostro.


-No quiero que te sientas presionado Thom… Robert… No tiene que ser ahora mismo… pero sería lindo poder besarte sin tener la sensación de besar una lija- y estalló en carcajadas.


Se giró un poco para poder verme de frente. Me dio un suave beso en los labios me dijo:


-Por ti haría lo que me pidieras princesa… Sólo asegúrame que permanecerás a mi lado… Eres mi fuente de energía.- Y volvió a besarme.


Volvió a su posición anterior y nos quedamos así por unos minutos más.


-¿Qué sentías?- pregunté en un murmullo. Primero pensé que no me había escuchado, y deseaba que fuera así, porque quizás él no quisiera hablar de eso aún. Pero él se dio vuelta como hace unos instantes.


-¿cuándo exactamente, Princesa?-


Los nervios se apoderaron de mi y comencé a abrir y cerrar mi boca sin que las palabras salieran por ella.


-¿Cuándo era famoso?- sólo me limité a asentir con la cabeza. –Al principio era divertido, en el sentido de que jamás creí que iba a tener un millón de mujeres histéricas gritando y corriendo detrás de mí. Se suponía que yo era el más feo del grupo, ¿sabes? Sam siempre fue el que conseguía chicas cuando salíamos de fiesta. Tom y yo, quizás por nuestra extraña y poco apetecible forma de vestirnos, jamás tuvimos demasiado levante. Pero no nos importaba, esperábamos a la mujer ideal.- tomó aire, y lanzó todo el aire de golpe.- Cuando me convertí en Edward Cullen, el tema de la fama y las chicas cayeron demasiado de golpe. Pero yo no iba a dejar que eso cambiara mi vida. No se como, pero logré adaptarme al cambio. Trate de convertirme en una sombra. Si veía que el ambiente estaba muy pesado trataba de que alguien fuera conmigo. Tiempo después fue que me pusieron los guardaespaldas. La prensa no se cansaba de inventar cosas de mi, pero yo no les prestaba atención, salvo si se trataba de temas de mi familia. Ahí si trataba de poner un límite. El tiempo fue pasando, y con mi familia y amigos pensábamos que era algo transitorio, que en algún momento cortarían con el chorro del “sexy Edward Cullen”… Pero parecía no tener fin. Por momento no te voy a dar más detalles de esto… es demasiado para mi, y para ti también. Sólo se que al momento de terminar de filmar “Amanecer”, no quise saber más nada con la actuación, ni la fama ni nada. Tenía la suficiente plata para vivir 100 vidas… el problema era que no quería ni siquiera vivir ésta. Fue cuando me recluí con mi familia y amigos, tratando poco a poco apagar la llama de la fama. Comencé a dejarme crecer el pelo y la barba, y casi no salía a ningún lado. Trataba de conseguir la meta de que los teléfonos dejaran de sonar, el tv dejara de decir mi nombre, el buzón de correspondencia no estuviera lleno de estúpidas cartas de amor. Por suerte, después de casi dos años había logrado apaciguar las bestias… Pero yo no era el mismo. No lograba volver a centrarme en mi vida, ni siquiera con el nacimiento de mi sobrina, que fue una luz de esperanza para todos. El día que te conocí en el supermercado, mi hermana me notaba tenso, y con mucha razón. Había decidido que en cuanto me dejaran solo escribiría una carta, pidiéndoles perdón por mi decisión, pero que ya no lo soportaba.- Paró de hablar y besó las lágrimas que caían de mis ojos. Se dio vuelta y me acurrucó contra su pecho.-Mi hermana insistió en que fuera a hacerle las compras, que necesitaba las cosas con mucha urgencia. Siempre fue muy intuitiva. Sigo creyendo que algo le dijo que yo te encontraría. Fui de mala gana, pero ansioso por cumplir con eso y lograr que se fuera a su casa. Cuando te vi, mi primera impresión fue querer salir corriendo, pues pensé que ibas a ponerte a gritar como todas. Pero te pusiste toda colorada y empezaste a tratar de explicarme que eras de otro país y que no entendías nada… Yo de la nada… sonreí. Llevaba 3 meses sin sonreír. Y llegué a casa y seguía sonriendo. Tu sonrisa me hizo olvidar por completo mis deseos de quitarme la vida.- Corto su relato, mientras me apresaba aún más fuerte contra su pecho, mientras ambos llorábamos.


-¿Y que tal te sientes ahora?- le pregunté cuando logré desatar un poco el nudo en mi garganta.


-Feliz… Pero con miedo al mismo tiempo, obviamente… No me importa volver a resurgir a la fama… Pero a vos, por otro lado, no quiero que te lastimen-


-No tienen porque enterarse ¿no?... Ya casi ni se habla de vos… Si logramos mantener el bajo perfil yo no creo que nos descubran.-


-Pero yo no creo que vos te merezcas el permanecer oculta por enamorarte de un estúpido actor famoso.- El tono de su voz mostraba cuan furioso lo ponía el tema.


-De alguna forma lo lograremos… por el momento solo me importa estar contigo… Nos preocuparemos por los problemas cuando surjan.-


No contestó nada. Quedo pensativo y con el seño fruncido.


Abrí mis ojos de nuevo en el presente. Robert estaba jugando con su sobrina, pues a su hermana la habían llevado a hacerse unas revisiones, pues su bebé estaba a días de nacer.


Él se había puesto una sábana como una túnica, y se había colocado un largo bigote. No pude evitar la emoción al reconocer el personaje: Salvador Dalí. Uno de mis preferidos.


Le hablaba con tono afrancesado, aunque en realidad no entendía si realmente le estaba diciendo algo o sólo inventaba palabras. Ambos reían. Me quedé mirándolos desde el sofá.


Él podría lograrlo. Él merecía tener una vida normal. ¿Y quién era yo para negarme que fuera junto a mí?

martes, 8 de febrero de 2011

Capítulo 25 (Domingo 21 de Septiembre II)


Me levante y empecé a caminar. Quien me viera diría que estaba loca. Iba caminando y gesticulando las cosas que debería decirle a Thomas cuando estuviese frente a él.


Casi sin darme cuenta, ya me encontraba en la esquina de su casa. En el frente, estaba el auto de Lizzy y Tom… no sabia si estaba uno o los dos… pero una Lizzy-hermana sobre protectora- me daba miedo.


Hacia un paso para adelante, otro para atrás. Cada vez que me acercaba, volvía sobre mis pasos, porque no me sentía lista. Entonces llegue hasta su puerta, y tenia el timbre delante mío. Tenia puesto el dedo sobre el, pero no lo apretaba.


-Sólo tienes que hacer esto- y un dedo se puso sobre el mío y lo apretó. Al darme vuelta vi a Sam con una gran sonrisa. –Nadie escucha lo que digo- dijo refiriéndose a los días de tortura psicológica y demás. Rodó los ojos y esperó a mi lado.


La puerta se abrió de golpe, sobresaltándome. Todo lo que había preparado se me había esfumado. Thomas se acercaba hacia la puerta. La abrió y Sam paso por al lado mío, y nos dejo a en porche solos. Era la primera vez que lo veía tan educado.


-Por favor, dime algo- me rogó Thomas, dando unos pequeños pasos inseguros hasta mi; pero sin atreverse a acercarse aun mas.


-Me olvidé- y alzo una ceja- De verdad… Llevo horas pensando lo que venía a decirte… Y luego aparece el estúpido de Sam, me desconcentra y he olvidado todo- e hice un gesto de frustración. Él solo se empezó a reír... y de qué manera.


Se acerco a mí, aun con cautela. Tomó mi mano, y volví a sobresaltarme. Mi corazón latía muy rápido, tal como otras tantas veces. Me dejo acostumbrarme, y despacio, acerco el resto de su cuerpo hacía mí. Cerré los ojos, y podía sentir su olor, aún con todo ese olor a cigarrillo que traía impregnado. Abrí los ojos, y allí estaba, mirándome también.


-Soy la misma persona… Robert… Thomas… Somos el mismo… Todas las cosas que te he dicho como Thomas, las siento igual como Robert… Yo las siento… Yo… Te amo- para estas alturas su rostro estaba demasiado cerca del mío, y el calor de su aliento me hipnotizó. Sin darme cuenta, nos estábamos besando; y los gritos desde dentro de su casa, nos hicieron notar que los intrusos también lo estaban presenciando.


-Yo… Yo quiero pedirte perdón… por… como he reaccionado… Es que… Yo… Estaba… Estoy realmente asustada… O sea… Tengo miedo de que un día… No se… Te canses de mí… O quieras algo mejor… O alguien que te entienda más… no se…- le confesé, mirando muestras manos entrelazadas.


Una mano, su mano, subió mi mentón; obligándome a mirarlo.


-Jamás he amado a alguien como te amo a ti… ¿No te he dicho miles de veces lo superficiales que fueron las relaciones “amorosas” que tuve hasta ahora?... Desde que has aparecido en mi vida… Una simple mirada en un corredor del supermercado, y no pude sacarte de mi cabeza… de mi corazón- y tomo mi cara entre sus dos manos, apoyo su frente en la mía; para volver a unir nuestros labios nuevamente.


-Okey- dijo alguien atrás nuestro arrastrando las letras.-Creemos que debemos regresar al hotel… y dejarlos solitos… tortolitos…- y nos guiñó el ojo; gesto al que Thomas respondió con una sacudida de su cabeza- Bueno, quizás quieran ir ustedes al hotel- y nos alzó las cejas, y siguió caminando hasta estar en la vereda. Era nada más y nadie menos que Kellan. Kellan Lutz. Thomas me miro, y yo me sonroje aun más.


Tom y Lizzy… y Sam… También se retiraron. Y nos quedamos solos. Tiro de mí hasta adentro, arrastrándome con él sobre el sillón. Como yo no decía nada, comenzó a besarme detrás de la oreja hasta hacerme reaccionar.


-¿Tanto te ha afectado conocer a actores famosos?- me pregunto al oído.


-Podrías… por un momento… ponerte en mi lugar… Un día no conozco a nadie… y ahora resulta que soy la novia del actor más codiciado- y lo mire con mis ojos bien abiertos.


-Bueno… Deberás acostumbrarte a eso… Porque he pensado que lo mejor es que vuelva a interpretar a Robert Pattinson otra vez… Sólo si tú me ayudas y me prometes estar siempre a mi lado… En las buenas y en las malas-


-Espera un segundo… yo no te estoy obligando a nada… Me da igual quien seas… Por mi sigue siendo Superman… No te voy a pedir que cambies-


-Ya sé que tú no harías eso… Pero necesito volver a ser yo mismo… Esto de mantener dos identidades ya me está trastornando hasta a mí… Además, me extraño a mi mismo… Y no quiero tener secretos contigo- y volvió a besarme. –¿Me prometes que estarás siempre a mi lado?- y me hizo un pucherito con sus labios.


-Por supuesto que si- le dije bastante emocionada, así que para cortar la cursilería, agregué en broma –Guau…. Estoy saliendo con Robert Pattinson!!-


Su respuesta fue rodar los ojos ignorándome.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capitulo 24 (Domingo 21 de Septiembre)


El taxi condujo hasta mi casa. Al menos, lo que por ahora consideraba casa. Sin embargo, por la velocidad del taxista al conducir, y las lagrimas que inundaban mis ojos; Londres pasó ante mis ojos como un borrón.


Volví a ver figuras más o menos identificables, cuando frenamos frente a mi casa. Tome los euros de mi billetera y se los entregué al conductor. El aire frío inundó mis pulmones, pero no alejó el vació que sentía en mi pecho.


Subí un escalón del porche… y otro… y otro. Pero el agujero de tristeza crecía con cada movimiento que yo realizaba. Terminé de rodillas en el último escalón, y llorando cataratas.


Les parecerá exagerado, pero solía ser así de exagerada cuando una situación me abrumaba. Quería dejar de pensar, porque las miles de discusiones que tenía en mi interior no hacían más que confundirme. Quería dejar de respirar, para poder dejar de sentir esa molestia en el centro de mi ser.


Lo intenté. Aguante la respiración por unos segundos. Pero sin pensarlo exhalé todo de golpe y respiré de nuevo. Había sido una mala idea, pues ahora dolía aún más. Intenté levantarme, pero no lo logré. Si pude llegar a rastras hasta el banco blanco que adornaba el porche. Casi sin fuerzas me tiré sobre él.


Otra vez esa opresión en el pecho, seguida del endurecimiento de los músculos de mi mano. Otro ataque de pánico o como quieran llamarlo. Intentaba calmarme, necesitaba respirar con normalidad si no quería que esa parálisis se extendiera por todo mi cuerpo. La sensación era horrible.


Cuando creía que no iba a lograrlo, unas manos se posaron en mis hombros, un cuerpo se sentó detrás mío, y me acunó entre sus brazos. No, no era Thomas.


-Todos me toman por el loco inconsciente, pero esta vez tenía razón. Robert debía habértelo dicho hace tiempo. ¿Pero acaso alguien escucha a Sam? Nooooo, porque todos creen que todo lo que digo son idioteces.- Escuchar a Sam burlarse de si mismo, logró que aún entre los sollozos, me saliera una minúscula sonrisa. -¿Cómo estás nena?-


-B-Bien… Dadas las circunstancias… ¿Vienes por tu propia cuenta o te mandaron?-


-¡Ha! Si, él me llamó para contármelo. Pero preferí venir a consolarte a ti; ya que él fue el huevón que metió la pata… Además del hecho que llevamos media vida consolándolo a él.-


Me sujetó aún más fuerte contra su pecho, como si yo fuese un cuerpo que estuviese a punto de romperse en mil pedazos, y él no quisiera perder ninguna pieza. Jamás pensé que Sam tuviese éste lado. Por un momento había olvidado todo lo sucedido, y no hacía nada más que preguntarme porque Sam no podía ser así siempre. Mostrarse tan maduro como su edad le ordenaba ser.


-¿Vas a perdonarlo, verdad?... Es decir, te recomiendo que lo hagas sentir culpable unos días… Y que cuando esté realmente agotado físicamente por haber ido a cada tienda de la ciudad para llenarte de bombones, rosas y ositos de peluches… Recién entonces le digas que lo perdonas y que tú tampoco puedes vivir sin él.-


No pude evitar soltar otra sonrisa ante la propuesta que acababa de hacerme.


-¿Eres o no amigo de Thomas? Jajaja… Pues por como lo has tirado a los leones no lo parece.-


-Robert… Su jodido nombre es Robert…- lo miré extrañada porque su tono de voz demostraba enfado, cosa realmente rara en él.- Desde hace dos años que nos obligó a llamarlo Thomas, por su segundo nombre. ¡HA! Como si eso fuera suficiente para borrar toda su historia. Odie al imbécil de psicólogo que le sugirió esa idea, ¿sabes?. Vino un buen día, todo contento y campante; y obviamente que todos estábamos orgullosos, porque evidentemente había un progreso. Y entonces nos dice: “El psicólogo me dijo que podría probar empezar de nuevo como Thomas”. Obviamente todos me golpearon la cabeza cuando sugerí que eso era una estupidez. Pero ahora deberán darme la razón. Porque la evidencia muestra que ha sido una estupidez.-


Tomó aire, luego de haber soltado todo de golpe. Me imaginé que en su interior, tanto como Thomas, necesitaba una liberación. Pensé durante ese momento de silencio, que no era solamente Thomas, bueno Robert, el que estaba sufriendo. Toda su familia y sus amigos también lo hacían.


-Veo que ha sido duro… para todos- le dije ahora poniéndome a su altura, y rodeándolo yo también con mis brazos. ¡Cómo había cambiado la situación! Ahora era yo quien lo consolaba a él.


-Si… Y ahora tú también estás metida… Obvio, si lo aceptas.-


-¿Qué tan duro es?-


-Al principio era todo risa… Las chicas siguiéndolo y todo eso. Pero cuando Rob se empezó a consumir, cuando fue perdiendo su chispa…- soltó un largo suspiro y se acomodó unos pelos que estorbaban su cara antes de proseguir.- Pensamos que ya no había vuelta atrás. Cuando propuso dejar su carrera y procurar vivir en el anonimato lo más posible, todos lo apoyamos. Pero todos creíamos que iba a mejorar, y nunca lo hizo. Cuando adoptó el nombre de Thomas, vimos otro rayito de luz. Pero sucedió todo lo contrario. Se había convertido en una persona completamente diferente. Si se podía llamar persona el ente que era. Que es. Tú lo has hecho resurgir un poco, pero Robert aún tiene miedo… terror. Aún está escondido.- y terminó su historia con un movimiento con su cabeza de frustración.


-Gracias por aclararme unas cuantas cosas. Ha sido mucha información por un día, así que creo que me iré a descansar… Si logro pegar un ojo.-


-Cuando quieras nena. En ésta nos tienes a todos de tu lado, de eso quedate tranquila.-


Me quedé en el banco observando como Sam se marchaba; y sólo cuando ya no lo tuve a la vista, y la sensación de frío que parecía había olvidado, me metí dentro de mi casa.


Troy y Sofía estaban en el sofá.


-Peter nos contó lo que ha sucedido. Quería que le dijéramos cuando llegabas. Íbamos a salir a abrirte, pero vimos que hablabas con Sam, así que no quisimos interrumpir.- Me dijo Troy con cara triste, la primera vez que lo veía así.


-Gracias chicos… por todo… Si me disculpan, creo que me iré a acostar un rato a pensar.-


-Llámanos por cualquier cosa que necesites.-


Sólo respondí asintiendo con mi cabeza.


Me fui a mi habitación, y abrí mi notebook. Empecé a ver las imágenes que tenia de él. ¿Cómo había sido tan ciega? Salvo por la gran barba, Thomas era Robert, ¿Cómo no reconocí sus gestos, su acento?


Todas esas noches que soñaba con Robert Pattinson habían tenido un significado. Era mi estúpido inconsciente, haciéndole ver a mi consciente a quien tenia al lado. ¿Cómo no me había dado cuenta que el calor que me producía mirarlo profundamente a sus ojos ya lo había experimentado?


Y entonces también me invadió el miedo, la vergüenza. ¿Y que si solo me gustaba, porque me gustaba Robert? ¿Eso no podía ser posible, no es cierto? Pero si era cierto, al final Thomas tendría razón. Cerré la notebook de un manotazo, no podía seguir encerrada en esas cuatro paredes.


Volví a abrigarme y salí a caminar. No es algo que yo haría… en otoño… a las 6 de la mañana. Pero hoy mi día distaba bastante de ser lógico. Así que empecé a caminar sin sentido fijo, hasta que sola llegue a nuestro primer punto de encuentro. La fuente.


Me senté en el mismo lugar que esa noche ocupo él. No pude evitar evocar una sonrisa, rememorando la caída de Thomas dentro de la fuente. ¿Era realmente todo tan difícil, o solo era yo quien lo complicaba?


Sentí mi teléfono vibrar, como venia haciéndolo desde que lo deje parado.


Por favor… Llámame… Necesitamos hablar… Te amo demasiado… No quiero perderte.