miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 23: (Sábado 20 de Septiembre)


Cuando se hizo la tarde, fui a bañarme. Me puse mi jean negro, una remera mangas largas roja y un chaleco bien abrigado con capucha. Ya comenzaba a hacer frío, y el frío londinense era tremendo. Me puse zapatillas, pues sabía que en ese ambiente no iba a desentonar y así estaría mucho más cómoda para saltar con Peter cuando cantáramos las canciones con Jacks.


Peter preparo su cámara de fotos, y después le pediría alguna para poner en el foro de las Rathboncitas, que era mi grupo virtual de amigas fanáticas con Jacks. Algunas de ellas habían estado con la idea de ir a este evento, pero no habían logrado conseguir las entradas. Así que cuando comente que yo si podría ir, me exigieron, bajo amenaza de muerte, detalles fotográficos de la fiesta.


Cuando se hizo la hora, tomamos un taxi con Peter y fuimos hacia el local. El bar era un lugar nuevo que había abierto hace muy poco, bastante exclusivo y de una onda muy particular. Se decía que el dueño era un amigo muy conocido de Jackson, y que por eso le había pedido hacer la inauguración del local con un show de los 100 Monkeys.


Nos encontramos en la puerta con la amiga de Peter y unos amigos suyos y entramos. El lugar era inmenso, y bastante oscuro. Se podía ver un primer piso, que vendría a ser la zona VIP; y un escenario al frente nuestro. Había algunas mesas y sillas para sentarse, pero el gran espacio delante del escenario estaba vacío.


Después de comprarnos algo para tomar, nos pusimos a dejar el tiempo pasar. Luego de unas dos horas de haber entrado, empezaron a tocar los 100 Monkeys, con Jacks robándose todos los gritos de la audiencia femenina.


Iban por la décima canción cuando la amiga de Peter comienza a gritar, y hace que Peter mire a la zona VIP. Peter me mira, y agarrándome del brazo, me gira señalándome un sector en particular.


Estaban algunos integrantes de Crepúsculo observando el show. Distinguí a simple vista a Kristen Stewart y a Taylor… Luego vi también a Ashley y a Kellan… y entonces, la gente empezó a gritar:


-Robert….Robert….Robert…- y alaridos de mujeres histéricas llenaron el lugar, callando inclusive la música. Eso solo podría provocarlo Robert Pattinson, pensé. Así que empecé a buscarlo con la mirada entre el grupo. Y entonces me faltó el aire.


Comencé a tener esa sensación de sentir que la música deja de escucharse, y los gritos no me hacían nada, ni siquiera cuando alguna me gritaba cerca del oído. Lo único que podía escuchar era el sonido de mi corazón taladrándome los oídos, pareciendo como si fuera a salir a través de ellos.


Y luego, una inundación de varias sensaciones. Decepción, enojo, compasión, enojo, sorpresa… y enojo. Si, el enojo era la sensación más fuerte; porque me sentía altamente traicionada.


Allí, en el primer piso, se encontraba Robert Pattinson… quien no era nadie más y nadie menos que Thomas. Me sentía completamente humillada, pues había estado saliendo dos meses con el actor mas codiciado del mundo, y él no se había dignado de decirme quien era en realidad.


Y es que en realidad me había estado mintiendo todo este tiempo, pues me decía que solo era conocido aquí en Londres, que se dedicada al modelaje y algo de música. Y yo todo este tiempo hablando de Robert Pattinson como si fuera un tercero completamente desconocido, al cual admiraba porque consideraba excelente actor.


Me avergoncé por un momento, recordando todos los detalles que le había dicho sobre él mismo. Y el enojo volvió. Pues todas las veces que me había hecho hablar de él, o sus amigos me hacían preguntas sobre Robert, era tan solo porque querían sacarme información. Querían saber que tan fan era de él, que tanto peligro corría él.


Y entonces la verdad me cayó como un balde de agua fría. Si hasta entonces no me había podido decir su verdadero nombre, su verdadera identidad; era nada más y nada menos que porque yo me trataba de una fan. Una fan. Aquello que Robert Pattinson más odiaba por haber hecho de su vida un infierno. Aquello que Robert Pattinson huía en pesadillas, de emboscadas de mujeres desesperadas por conseguir algo suyo.


Una lágrima salió de mi ojo, y fue cuando noté que Peter me miraba fijo, y con una expresión triste en su cara. Él también se había dado cuenta, y estaba observando mi reacción. Me abrazo y me dijo que me tranquilizara. Tomo mis manos, que se habían convertido en dos puños cerrados, e intento abrir y separar mis dedos.


-Estoy seguro que tiene una buena excusa… Tú sabes perfectamente como ha sido su vida estos últimos años…- me dijo al oído.


-No me importa que excusa tenga… Yo siempre estuve apoyándolo… hasta de manera inconsciente… Y él simplemente jamás pudo decirme la verdad… Estoy harta de esto.- Peter se quedo sin palabras, nos quedamos mirándonos fijo, hasta que yo baje mi mirada al suelo.


Él no me ama… Solo esta conmigo por mi ignorancia hacia su identidad…


No podía dejar de pensar en eso, y el enojo volvió a apoderarse de mí. Me aleje del lugar, seguida por Peter que intentaba detenerme. Pero yo no iba a detenerme hasta tenerlo cara a cara. ¿Qué le diría? No lo sabia, pero debía enfrentarlo. Debía hacerle saber que la mentira se acabo.


Con lágrimas en los ojos, pero lágrimas de la impotencia y el enojo que me invadían en ese momento, fui subiendo la escalera. Me tope con unos guardaespaldas que no querían dejarme pasar. Discutí con ellos unos minutos, hasta que di por perdido todo. Ellos me agarraron por la cintura, e iban a sacarme del lugar; entonces con todas mis fuerzas, comencé a llamarlo.


-Thomas… Thomas…- gritaba… y logre que me escuchara. Thomas se levanto, buscando el origen de los gritos, hasta que me vio siendo arrastrada escaleras abajo por los de seguridad.


-No te preocupes… Ahora ya sé quien sos.- Le di la mirada más seria y envenenada que pude crear, y luego me aparte de los guardaespaldas y me fui del bar.


Hacia un frío que se calaba hasta los huesos. Pero aún castañeando, seguí caminando. No tenía poder para tomar un taxi. Sentía que de un momento a otro iba a derrumbarme. No sabia si iba a gritar del dolor, de la angustia, del enojo, no lo sabía.


Ya estaba a dos cuadras del lugar, y mí alrededor se volvió un poco nebuloso, y pude reconocer que eran las lágrimas que inundaban mis ojos. Trataban de alguna forma llevarse el dolor de mi cuerpo. Unas manos me sujetaron por la cintura, y no tuve miedo, porque reconocía esa forma de sujetarme. Era él.


-Detente… Por favor, déjame explicarte- me dijo con esa voz preocupada y suave; mientras sus cejas se unían, gesto que desagradaba. ¿Cómo no me había dado cuenta antes que era él, cuando siempre había odiado ese gesto en Edward Cullen?


-Andate a la mierda Thomas… ¿O debería decir Robert?... ¡O cómo mierda debo llamarte!- le grite en la cara. Abrió la boca un par de veces, pero no lograba decir nada.


-Podrías decir una palabra… ¿O es mucho pedir?...- me seque unas lagrimas más que habían caído por mi mejilla- Tan poco confías en mi… Después de todo lo que hemos hablado… ¿No podías decirme quien eras?- y ya no pude contenerme, y las esporádicas lagrimas se convirtieron en llanto.


-Es difícil para mí… Saber en quien poder confiar… Mi vida suele ser un infierno-


-Yo… Yo… Yo… Eres un yo-yo… Sólo piensas en ti... – le grite en la cara – ¿No puedes pensar en mí por tan sólo un momento? ¡En cómo yo me estoy sintiendo!- y me di media vuelta, siguiendo mi camino… me tomo de las muñecas y me volvió a girar, poniéndonos de nuevo frente a frente.


-¡¿Y exactamente como te sientes?! ¡Para reaccionar de ésta manera! Pensé que entendías perfectamente como me siento.- me preguntó ahora él también enojado.


-Triste… ¿Cómo se que me dejarás estar a tu lado… Ahora que sabes que se que sólo soy una fan más? Aquello que por momentos odias...- y se quedo mirándome con la boca abierta. Sacudí mi cabeza- ¿Ves? No tiene sentido…- y me di la vuelta nuevamente.


-Por favor hablemos Orne… Vos sos distinta… Y yo te quiero…- pero yo no tenía intenciones de seguir hablando, no estando tan débil para argumentar.


-Si realmente me quisieras tanto, hubieses podido decirme quien eras… Confiar en mí y decirme quien eras… Y no tener que descubrirlo de casualidad… Déjame sola, necesito pensar.- y volví a darme vuelta. Cerca había un taxi, y lo tome; dejando a Thomas con la boca abierta, mirándome, y pensando.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Capitulo 22 (Domingo 14 a Viernes 19 de septiembre)


Domingo: me levanté con el ánimo por el suelo. Aún no lograba entender que era lo que había ocurrido anoche. Y aunque mis dedos estaban ansiosos por marcar su número de teléfono, me contuve. Evidentemente los dedos de él también, pues no dio señales de vida.


Lunes: Cursar hoy significaba una cosa: cruzarme con Lizzy, quien a éstas alturas ya debía de estar plenamente enterada de todo. Y eso me aterraba por una simple cuestión: ¿Ella me interrogaría o no? ¿Va a estar de su lado, o del mío… o de ninguno?


Por un momento pensé en faltar a clases, pero sabía que eso no iba a detenerla. Así que tomé mis cosas y me fui.


Lizzy estaba en su banco, hablando con Anne y Rose. Tenía su cara un poco seria, lo que confirmaba que algo sabía; pues al igual que su hermano, solían mostrar una sonrisa ante todo, al menos la mayor parte del tiempo. Me acerqué lentamente a ellas, y se callaron cuando me vieron. Sentí mi corazón detenerse de los nervios.


-No tengas miedo, no te voy a morder… Tú no tienes la culpa de que mi hermano sea un idiota- Me dijo Lizzy, mostrándome una sonrisa forzada.


-No debería haberle dicho algunas cosas que le dije- Confesé en un susurro.


-Oh, no, querida… Hiciste muy bien… Alguien debe mostrarle la cruda realidad de vez en cuando… Thomas está muy acostumbrado a que últimamente todos tratamos que se sienta lo más confortablemente posible.- y me hizo señas para que me sentara a su lado.


-Entonces… ¿No estás enojada conmigo?-


-No… Que va… Él fue quien no me dejó dormir con sus interminables monólogos, debatiéndose que debía hacer contigo.-


-Y… ¿Decidió algo?- Que no me deje, que no me deje… pensé por dentro.


-Lamento decirte que tardará unos días en procesar todo esto… Lo más seguro es que no lo veas mientras tanto… Pero quédate tranquila que todo se va a solucionar. Dale tiempo, pero es necesario que por el rumbo que han tomado las cosas entre ustedes dos, él tenga que ponerse firme y contarte toda la verdad.- Y mientras me daba un abrazo, el profesor entró y tuvimos que finalizar nuestra charla.


Miércoles: Cuatro días enteros sin tener noticias de él. La expresión “caminar por las paredes” ya había perdido significado en mi caso.


Decidí que debía hacer algo que me hiciera olvidarlo, al menos por unos segundos. Me fui a ese gimnasio nuevamente, a probar suerte.


Arthur estaba a punto de comenzar la clase, cuando entré. Me dejó acomodarme mientras el resto se estiraba un poco. Se acercó a mi sonriente.


-Me alegra que sigas volviendo… Hoy se nota que te hace falta… Tienes una cara mujer-


-Si… Espero no entorpecer más tu clase con mi falta de entusiasmo-


-Querida… Yo soy un frasquito concentrado de entusiasmo… Comienzo a bailar yo, y todo el mundo queda contagiado- y me guiñó el ojo, mientras se giraba para comenzar la clase.


Fue dura; pero tal como él dijo, salí un poco más animada. Caminando a casa, sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Era un mensaje.


-Perdóname por ser tan idiota. Soy un tonto que no puede ver más allá de su nariz. Estoy tan preocupado porque descubras quien soy, y que eso te haga enojar conmigo; que perdí de vista cuanto te quiero a mi lado. No necesita ser ahora mismo, pero estoy esperándote.-


-No hay nada que perdonar, Thomas… Yo te daré todo el tiempo que necesites para dar un paso en esa importante decisión… Pero no me lastimes en el proceso.-


Viernes: El día estaba hermoso… y lo mejor… era que no tenia clases… eso lo hacia aún más increíble. Con mi cabeza asomada por la ventana, viendo la gente pasar por la vereda, dirigiéndose a su lugar de trabajo o estudio, cuando el torbellino de Peter entró por la puerta. Jamás lo había visto tan entusiasmado. Una sonrisa se me creo en los labios, tratando de averiguar que seria lo que lo tendría tan efusivo.


Y entonces se puso delante de mí y agito unas entradas.


-¡Mira lo que tengo!... ¡Tienes que venir conmigo! -


Y me volvió a sacudir las entradas, de las cuales lo único que distinguía era que eran de color amarillas. Se las saque de las manos, y una vez quietas ante mis ojos, vi que decía que era para un concierto intimo de… los 100 monkeys!... la banda en la que tocaba Jackson Rathbone.


Ahora éramos dos personas saltando y dando gritos. Sofía y Troy nos miraban desde el sillón del salón sin comprender nada.


-¿Cómo mierda las conseguiste?- le pregunté casi gritando.


-Una amiga… La “rubia”… Consiguió un par de entradas no se como, y me regaló un par… Sólo pensé en vos… Somos los únicos a los que puede gustarnos su música.- y me abrazo y empezó a saltar alrededor mío haciendo cantitos preguntándome si lo iba a acompañar o no.


-Obvio que voy… Es una oportunidad única en la vida-


Y nos pusimos a organizarnos, para poder ir mañana a la noche. Llamó a su “amiga”, para poder ir todos juntos, y así estar mejor. Jamás había visto a Peter tan emocionado en mi estadía en Londres.


Ni siquiera pensé en Thomas, pues él seguía sin hablar conmigo. Y yo no iba a perderme esto por su culpa.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Capitulo 21 (sábado 13 de septiembre)


Aunque disfrutaba enormemente de la compañía de Thomas, nos habíamos prometido tomar todo con más calma, así que tampoco buscábamos estar pegados. Por lo que anoche termine volviéndome sola a casa, a pasar la noche como siempre, con mis compañeros.


Hoy, sábado, me desperté, aun con la imagen de Harry Potter dando vueltas en mis retinas; así que decidí que era hora de concretar mi viaje turístico por los lugares donde había locales de Harry, y los lugares donde se habían filmado las pelis. Ya me había conseguido varios mapas y guías. Te decían que tren tomar, o inclusive que colectivos. Te decían a que lugares te convenía ir, y te contaban las historias de cada lugar.


Como el día parecía acompañarme, pues el sol estaba solito en el cielo, sin ninguna nube que lo opacara; me vestí bien cómoda, para pasar caminando todo el día, y empecé mi recorrido.


Cuando llegue al famoso museo, después de haber recorrido un montón de lugares (entre ellos la plataforma 9 ¾); me quede idiotizada. Los 27 años se me fueron volando, y me quede con solo 15. Empecé a ver las muestras. Había escenas de las películas. Había postres de los personajes. Inclusive había muñecos de cera de los personajes principales. El de Cedrig Diggory llamo mi atención, pero no supe entender el porque. Mire fijamente sus ojos, y el verde inundo mis sentidos, produciendo una sensación que hizo estremecer todo mi cuerpo. Despeje mi mente de ideas tontas, y seguí dando vueltas.


Mi perdición fue llegar al lugar donde vendían todo el merchandacing de la saga. Libros, películas, muñecos, postres, firmas, llaveros, y todo lo que se ocurriera estaba allí. Termine comprando un llavero con el símbolo de Harry Potter; una pulsera con el logo de Hogares; y un muñequito irresistible de Dumbledore.


Si hubiese sido por mi, me hubiese llevado toda la tienda; pues había de todo. Pero controle mi yo interior; pues sino iba a tener que regresar a Argentina, pues no me iba a quedar ni un euro. Aunque pensándolo bien, iba a tener que contratar un avión para mi sola.


Volvía a casa con una gran sonrisa en mi cara. Había sacado un montón de fotos, que vine viendo en el subterráneo. Como la salida quedaba a solo dos cuadras de lo de Thomas, decidí hacerle una visita sorpresa. Llegue a su casa, toque timbre, pero nadie me contesto.


Dando por perdidas mis chances, me di media vuelta y me fui hacia casa. No llevaba caminando unos pasos, cuando escucho que alguien grita mi nombre detrás de mí. Podría reconocer esa voz, aunque me quedara sorda.


Me gire, y vi como venia corriendo. Jamás lo había visto correr, y la verdad que resulto muy divertido. Era más despatarrado que yo. Cuando por fin me alcanzo, tenía sus mejillas de un adorable color rojo.


-Hola… ¿Qué andas haciendo por aquí?- me dijo sonriendo, e invitándome con su mano a seguirlo a su casa.


-Fui a hacer la excursión de Harry Potter… ¡¡Finalmente!!-


Se tropezó con una baldosa floja, y casi cae al suelo. Pero por suerte logre agarrarlo. Me reí de su torpeza, pero sus ojos estaban abiertos y su cara reflejaba tensión.


-Hey… No hay problema… Todo el mundo suele tropezarse… Perdona por reírme… Pero fue muy gracioso… Ahora… ¡Quita esa cara!-


-Si… perdón… Vamos-


Y entramos en su casa. Le conté todo lo que había hecho durante todo el día. Yo estaba re emocionada, mostrándole las fotos y demás; pero empecé a sentir que él no estaba a gusto con eso. Se mostraba nervioso y distrido. Así que cuando cambio de tema, tan solo abandone mis ilusiones y seguí las suyas.


Pensé que íbamos a cenar juntos; pero empezó a hacerse tarde, y se disculpo diciendo que tenía otros compromisos. Cuando me fui, su beso de despedida fue en mi mejilla, casi sin prestarme atención. Me quede boquiabierta ante la situación, pero lo deje pasar y me fui a casa.


En el camino, no lograba decidirme si debía enojarme con él o que emoción tener. Así que termine llamando a Roció. Hablamos por casi media hora. Me desahogue con ella. Y ella me aconsejó que lo hablara con él… y en joda me sugirió que le preguntara si era bi-polar. Me reí ante su sugerencia, pues a mí ya se me había pasado la idea por la cabeza.


Cuando llegue a casa, Peter notó el aire tenso. Después de escuchar mi pesado monólogo; me dijo que otra vez la parejita de tortolitos (entiéndase Peter y Sofía, que al fin habían empezado a esclarecer lo sumamente obvio) se había ido a comer fuera. Para no perder la noche, fuimos a un blockbuster y nos alquilamos unas pelis. Y así pasamos las horas, riéndonos y comiendo helado a más no poder.


Cuando termino la segunda película, mis parpados estaban cansados; y me pedían horas de sueño. Así que me fui a mi habitación. Revise mi celular, pero no tenia ningún mensaje, ni llamada perdida. Me quité la ropa, y me puse mi piyama. Fuera de lo que acostumbraba a hacer, me asome por la ventana; y me sorprendió lo que vi. El auto de Thomas estaba afuera.


De muy seguro el idiota se esta debatiendo entre bajar o no. Así que para hacerle más fáciles las cosas, fui yo hacia el auto… en piyama y todo. Lo encontré mirando hacia mi ventana, a unos metros de la puerta, justo enfrente de la casa; así que le golpee la ventanilla, para que viera que estaba al lado suyo. Se bajo del auto, temblando, y comenzó a jugar con sus manos. Sus nervios, me sacaban de quicio. Me quede mirándolo fijo, esperando que alguna palabra saliera de él.


-Yo… Yo quería pedirte disculpas por… Por mi comportamiento… De… Hoy… No me sentía muy bien- note alcohol saliendo de su aliento.


-¿Has estado bebiendo?-


Vi como maldecía por lo bajo, y movía su vista lejos de mi. Buscando algo que lo inspirara a mentirme o algo.


-Sam tenía razón… No te merezco…- y su mirada se clavo en sus pies. No había luna llena, pero pude apreciar como lagrimas comenzaban a querer salir de sus ojos. Esos adorables verdes ojos, tan llenos de indecisión. Comenzó a mecerse de un lado, hacia el otro, agarrándose mechones de pelo en el transcurso.


-¡¿Qué demonios es lo que te pasa ahora?!- le grite. –Un día dices que me amas… Y al siguiente que no me mereces… ¡¿Sabes qué?!... Porque no te vas a algún lado a aclarar tu mente, y luego vienes a buscarme… No estoy para juegos.- y me di media vuelta, furiosa; y entre a la casa, maldiciendo, pues de todos los estúpidos ingleses de los cuales me podía enamorar, me tenía que tocar el más complicado.


Con la luz apagada, vi como el auto de Thomas permaneció en el mismo lugar unos minutos más; y luego se fue. No se a donde, y no me importo. Había tenido un día esplendido, y no iba a dejar que me lo arruinara. Me sentí mal por ese pensamiento, pero realmente ya me había sacado de quicio éste extraño. Me metí entre mis sabanas, buscando algún consuelo; pero no hicieron efecto. Esa noche no pude dormir.

viernes, 29 de octubre de 2010

Capitulo 20 (viernes 12 de septiembre)


Esa noche, y eso que no había visto ninguna película de terror, me invadían las pesadillas. Yo con alguien, y luego me quedaba sola. Otra vez me encontraba en el prado… en ese “prado”… en el de Edward y Bella… yo tirada en el suelo, con el verde pasto húmedo debajo mío, los árboles a mi alrededor no dejaban que viera el sol. Unos rayos traspasaban sus hojas, solo permitiéndome ver la cara de Edward.


¿Qué demonios hacia yo con Edward?... ¿Y en el medio del prado?... Ese sueño solía tenerlo con mi ex… revivenciando el momento en que me dejo, y caracterizándonos como Edward y Bella… En su momento lo tome como una buena premonición, pues Edward volvía con Bella… pero los días pasaron y “mi” Edward no volvió… y yo tampoco fui a buscarlo. Que estúpidos orgullosos que fuimos.


Pero yo seguía ahí, con Edward delante mio… y entonces alguien gritaba… y una luz verde cubría el lugar. Lord Voldemort, en brazos de Colagusano, aparecía por entre los bosques… y ahora, en donde había caído Edward, se encontraba el cuerpo inmóvil de Cedric Diggory. Mierda, que imaginación mas potente que tengo, pensé. Me quede helada viendo la imagen, pero cuando volví a cerrar y abrir los ojos, ya todo había cambiado de nuevo. Estaba en una cocina, con un viejito delante mio. ¿De donde lo conozco?... ¿De donde lo conozco?...


Y entonces vi que en sus manos tenia un libro… Lo tenia abierto, y le recitaba una frase a un chico, que estaba sentado a mi lado (y yo hasta entonces no me había dado cuenta), con su cabeza entre sus brazos, pero no podía verle la cara. La frase era…


-Sometimes… We all need a little help- y el viejo le sonreía.


Me desperté bruscamente varias veces esa noche, con el corazón acelerado, pero finalmente me quede dormida, y ya no tuve sueños.


Me desperté a la mañana, con los rayos del sol alumbrándome la cara. Mi corazón seguía acelerado, así que decidí que iría a algún parque a hacer una hora de yoga, eso siempre me tranquilizaba. Tome un desayuno liviano, y me puse mis ropas deportivas. Me puse un poco de maquillaje… aun quedaba restos del efecto barba larga sobre mi rostro, que quería ocultar por algún tiempo (si quería evitar cargadas, obvio).


Fui a un parque a unas cuadras, que siempre veía a gente haciendo deporte. Le pregunte a un policía si podía pisar el pasto, pues allá en ciertos lugares no te lo permitían. Le comente que era para hacer ejercicio, y me mostro un sector que estaba habilitado para eso.


Busque mi celular, y puse mi música tranquila. Hice mi rutina, y cuando estaba con la cabeza hacia abajo (esa posición en la que te pones derechita, con los pies para arriba), siento que mi celular suena. Era Lizzy. No le di importancia, y espere a que cortara, ya la llamaría cuando terminara. Pero llamó tres veces más, así que desistí, me tire al suelo, y la llame.


-¿Qué mierda pasa Lizzy?- pregunte un poco molesta, sus llamadas podían haber arruinado toda mi paciencia y rutina de tranquilización.


-¿Estabas ocupada?... Porque ¡Vamos de Shopping!... Por Favorrrrrrrrrrr…-


-Grrr- refunfuñe, porque su insistencia solo se debía a su locura- Ok, pero estaba haciendo ejercicios, así que al menos déjame pegarme una ducha… Nos encontramos allá.- y le colgué, sin esperar que me contestara.


Termine de estirarme, y aun con el ceño fruncido fui para casa. Recién durante el baño logre tranquilizarme. Me vestí lo mas cómoda posible, pues me imaginaba que me iban a salir ampollas. Y fui hacia el shopping. Cuando llegue me sorprendió no solo encontrar a Lizzy, Anne y Rose. Habían arrastrado a los chicos también. Suspire al menos podía contar con apoyo moral, y sonreí ante la loca idea de que quizás ellos también fueran adictos a las compras.


Nos arrastro de una tienda a otra, como si fuéramos juguetes. Lizzy se probo no se cuanta ropa, y toda de marca. Yo aun no había comprado nada, cosa que Lizzy hizo notar, armando un gran escándalo en el medio de un local, así que tome una simple remera y la compre. Odiaba la marca de diseñador. Siempre considere que era cara para llenar los bolsillos de sus creadores, pero que era exactamente igual que el resto de las ropas. Yo amaba las tiendas departamentales, pero Lizzy no me dejo ni pisar una ese día.


Íbamos por la… vaya a saber uno que numero de tienda. Entramos solo las chicas, pues tenia sectores separados, así que los chicos se fueron hacia el otro lado. Mientras Lizzy en tiempo record, tomaba prendas y se dirigía al probador para probárselas, acompañada por las otras dos locas obsesionadas de lo fashion; me quede dando unas vueltas en el local, viendo si algo llamaba mi atención. Entonces, una de las mujeres que atiende el local, se me acerco y me dijo.


-Hola… ¿Buscabas algo en particular?... Porque hay cosas muy caras aquí-


Por un momento, me sentí Julia Roberts en “Mujer Bonita”; y en realidad, era la misma escena, aunque yo no era ninguna prostituta, y no creía estar realmente tan mal vestida, como para crear esa imagen frente a una hueca desconocida.


-¿Discúlpeme, que me decías?- Le pregunte con mi mejor tono, quizás se ha confundido con otra persona, así que quise darle una segunda oportunidad.


-Hum… Nada… No quiero sonar grosera… Pero estoy segura de que encontraras cosas más accesibles en el segundo piso- y me sonrió.


En el segundo piso se encontraban las tiendas departamentales que yo tanto adoraba. Quería escupirle en la cara que esas tiendas departamentales eran 100 veces mejor que la porquería que ellos vendían; ropa fabricada por esclavos. Tome aire, y le dije…


-Estoy segura que quizás conoces esto...- y me saque la billetera del bolsillo, y extraje una tarjeta de crédito… pero no cualquier tarjeta de crédito… era una visa dorada internacional –Es usualmente llamada “tarjeta dorada”, por su amplio límite de crédito… Y no te preocupes… Voy a gastármela toda en el segundo piso… Mientras tanto, tú vete a esperar a otra persona que tenga una de éstas, y procura no ser ruda con ella la próxima vez- Le sonreí, me guarde mi tarjeta, y salí de allí.


Escuchaba los lamentos de la señora detrás mío cuando me marche, pero seguí caminando y no le di importancia. Sabia que Lizzy y las demás estaban aun ahí, pero no iba a arruinarles su día, así que después las llamaría para saber done estaban, diciendo que me había perdido o algo por el estilo.


Y me fui al segundo piso. Todo un piso de ropa normal y común. Sonreí al entrar, y tome un carrito. Primero fui a la parte de hombre, y me compre dos camisas a cuadritos entalladas. También unos jeans anchos, me eran cómodos para estar en casa o salir a hacer algo tranquilo. Luego fui a la parte de mujeres. Me compre tres remeras, un saco, una campera, dos jeans, unas botas, medias, muchas medias. Cuando fui a la parte de ropa interior, me paralicé, y seguí de largo. Fui a la caja, y pague todo. Y salí con una sonrisa de oreja a oreja, con mis cuatro bolsas del segundo piso.


Fui a la puerta del local donde se encontraban las chicas, y las vi en la puerta con los celulares en las manos. Estaban a punto de llamarme cuando me vieron.


-¿En donde te habías metido...?- y bajo su vista a mis bolsas – ¿No puedes con tu genio?... A que no.-


-No... No puedo- y vimos que los chicos salían del otro lado, con algunas bolsas, aunque obviamente no tantas como nosotras. Por la vidriera vi a la mujer de la tienda que me miraba con ojos dolidos… le refregué las bolsas para que viera lo que se había perdido. El único que se percato de esta acción fue Sam.


-¿Qué estas haciendo, alien?- me pregunto al oído.


-Es un secreto… Ella no quiso venderme ropa porque creyó que yo no tendría la plata para pagarlo… Le estoy demostrando lo equivocada que estaba.-

-Jajaja… Tú si que puedes ser mala cuando quieres.- y nos pusimos a caminar detrás del grupo.


Thomas se acerco y me ayudo con unas de mis bolsas. Él solo había comprado una bolsa, cuyo contenido no me mostro. Me dijo que era una sorpresa. Entonces note como el grupo se detenía delante nuestro, y Lizzy me gritaba algo de no se que de que obligatoriamente debía entrar y comprar algo en este lugar. Levante mi vista… un cartel que decía “Victoria Secret” ocupaba el frente.


-Haha… Sigue soñando chica- y me di la vuelta para sentarme a esperarlas en unos bancos que estaban colocados enfrente. Thomas me agarro las bolsas, y me tiro a los leones.


-Será mejor que vayas con ella… Créeme- Lo mire con cara asesina, y él solo sonreía. Entramos, y fue entonces que note que ellos habían entrado detrás de nosotras.


-Dime que esto es un chiste...- le dije a Thomas. Él solo se digno a guiñarme un ojo.


En el intervalo en que me quede embobada mirando a Thomas, vi como unas prendas rozaban mis manos. Entonces fue cuando vi a Lizzy parada enfrente de mí apuntándome con el dedo, y exigiéndome que me las probara. ¿Que me probara que cosa?... Entonces baje la vista, y vi la ropa interior colgando de mis dedos. Eso no era ropa interior, era mi hilo dental, o más fino aun.


-DE NINGUNA MANERA- y tire todas las cosas en el mostrador. Y me cruce de manos, para que no me pusiera mas cosas. Finalmente se rindió, y se fue a comprar lo que ella necesitaba. Me quede mirando con asco las prendas, y no note que Thomas estaba parado al lado mío.


-Estoy seguro de que te verías muy sexy en eso- me susurro en mi oído, haciendo que mi cuerpo se estremeciera por su cercanía.


-No… No lo creo… Tú… ¿Tú me quieres ver con esto puesto?- le pregunte con inseguridad.


-No pienso obligarte a nada… Pero para que lo sepas… Amo la lencería femenina- y viendo que nadie nos miraba, recorrió con sus labios mi cuello, hasta besarme debajo de mi oído, haciendo que nuevamente me estremezca. Pensé en seguirle el juego.


-En realidad, prefería estar desnuda cuando este en frente tuyo… Sería más rápido… Pero si así lo deseas… Tú podrías elegir algo para mí, con la condición de que sea algo cómodo… Algo como eso…- le dije apuntando con la mirada hacia un sector de babydolls y cullotes. Tomo una gran bocanada de aire, y sonreí satisfecha de haber conseguido que me imaginara desnuda, en sus brazos.


-¿Realmente… Me dejas elegir a mí?- dijo mordiéndose el labio inferior


-Sip, confío en tu buen gusto- le dije acercándome a él, y acariciando su torso, hasta llegar hasta su ombligo. Hice un circulo alrededor de él, y note como su excitación se hacia evidente al tacto. Lizzy me llamo por consejos, así que me di media vuelta y me fui hacia donde se encontraba ella, sin antes perderme de ver como Thomas maldecía, y salía en busca de un baño.


Después de que Lizzy decidiera cuales de los conjuntos llevarse, me alegró por fin salir de ese lugar. Me sorprendió que solo fueran las 2 de la tarde. Yo que pensaba que eran como las cinco ya. Fuimos a un patio de comida, y nos compramos unas hamburguesas. No había notado el hambre que tenia, hasta que tuve la hamburguesa y mis papas en mis manos. Y el resto se ve que tampoco, porque no acorde a lo normal, nadie abrió la boca, excepto para comer.


Habíamos terminado, y Lizzy quería seguir recorriendo tiendas. Por suerte los chicos se negaron, así que me quede con ellos. Al rato, sentí que me aburría, y una enorme tienda de libros venia llamando mi atención desde hoy, así que fui a inspeccionarla.


Era grande, enorme, gigante. Jamás había estado ante una biblioteca de tal tamaño. Mi boca tardo unos cuantos segundos en poder cerrarse. Empecé a recorrer los estantes, y entonces una zona llamo mi atención. Era de colecciones especiales. Casi me muero. Estaban las ediciones especiales de Harry Potter y de Crepúsculo, que venían con no se cuantos accesorios, fotos, firmas, y no se que mas. Ni quise preguntar el precio, pues ni con los 100.000 euros que me había ofrecido Thomas iba a poder pagarlo, lo imaginaba.


-¿Estás buscando algo en particular?- Reconocí la voz de Thomas detrás mío.


-Estoy viendo todas éstas ediciones especiales de Harry Potter y Crepúsculo… Míralas…- y volví a abrir mi boca. Sentí como se reía a mi lado.


-Tienes la misma expresión que mi hermana cuando se compra ropa… Ahora sé que es lo que a ti te fascina- y me paso su brazo por mi cintura, acercándome un poco hacia él.


-Yep… Amo los libros-


-Si tuvieras que elegir entre las dos sagas… ¿Cuál elegirías?-


-Ohh... No tengo idea... Creo que Potter es la mejor inversión... Pero Crepúsculo.... Es Crepúsculo.... No puedo compararlos… Hum… Creo que me gastaría todo mi dinero, pero compraría los dos- y le sonreí, ante mi ilógica conclusión. Tome su mano y seguimos recorriendo los pasillos de la biblioteca.


Termine eligiendo unos cuantos libros, casi todos de suspenso o policiales. Cuando llegamos a la caja, Thomas fue más rápido que yo, y pago por los libros. A lo cual yo proteste por unos segundos; pues me estampo sus labios sobre los míos, y olvide sobre que discutíamos.


Cuando llegamos a la mesa donde estaban los chicos, vi que Sam nos miraba y sonreía. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que Thomas había puesto su brazo alrededor de mi cuello, abrazándome. Sentí como el calor se apoderaba de mi; pero la sensación desapareció pronto, pues Thomas retiro su brazo al ver que miraba fijamente su mano.


-Lo siento- me dijo al oído.


-Para nada… Lo estaba disfrutando- y una sonrisa ilumino su cara. Y me tomo la mano por debajo de la mesa, sin que los otros nos vieran.

viernes, 15 de octubre de 2010

Capitulo 19 (miércoles 10 de septiembre)


Thomas me había llamado la noche anterior, para asegurarse que hoy pudiéramos hacer unas cosas juntos. Me paso a buscar por la facultad, cosa que hizo que su hermana pusiera el grito en el cielo (delante de toda una clase de curiosos).

La gran sorpresa fue, que el vale ilimitado de helado no fue el único regalo.

-Me tienes que prometer que no vas a gritar, negarte, o algo parecido…- Me había dicho como ultimátum. Quería hacerme un regalo, que parecía que era caro, pues él ya había considerado la idea de que yo me oponga terminantemente.

Manejó con una gran sonrisa en la cara, y podía ver como cada dos por tres, nuestras miradas se cruzaban, y ambos nos poníamos colorados.

Finalmente llegamos al lugar. Era una gran tienda de electrodomésticos. Ahí me hice una idea de lo que iba a regalarme. Frente al chico que nos atendió, mis sospechas se corroboraron. Me regalaba un nuevo celular.

-Ahora podremos llamarnos cada vez que queramos… Y no tendré que oír tus quejas…- y paso un brazo alrededor de mi cintura, para guiarme hacia el mostrador donde exhibían todos los modelos. Ese tacto hizo que todo mi cuerpo se estremezca.

Había un montón de aparatos, y aunque yo tenía cariño con el mío… termine eligiendo uno que lucia espectacular… y tenia luces, mi único requisito de un Nokia.

Después de hacer todo el papeleo, salimos con Thomas del local. Le agradecí unas miles de veces por el regalo.

Llegamos a su auto, y como siempre, me abrió la puerta primero a mí. Entré y me quede viendo como daba la vuelta para subir a su lado; cuando un grupo de chicas, de unos veinte y tantos años, lo pararon en seco. Gritaban no se que cosa, y pude ver como desapareció la sonrisa que hasta entonces tenía.

Se saco una foto con ellas, y yo miraba desde adentro con el seño fruncido, sin comprender la situación; aunque él me había dicho que era conocido aquí en Londres, no pensé que tuviera tal reacción en las mujeres. Y allí comprendí sus miedos, y porque se ocultaba.

Se despidió lo mas amablemente que pudo de ellas y subió al auto. Las chicas siguieron mirando en nuestra dirección, y cuando me vieron a mi, me señalaban sorprendidas. Volví mi mirada hacia mi derecha, donde estaba él; y me encontré con un Thomas tiritando y sudando. Cerró sus ojos tratando de tranquilizarse, pero no sirvió de mucho.

Lo acuné entre mis brazos, tratando de que se calmara. Bese la lágrima que escapo de su ojo derecho, y al ver que aun estaba nervioso, fui besándolo por toda su mejilla. Me detuve en la comisura de sus labios, al notar que ya no temblaba. Mis ojos subieron, hasta encontrar los suyos.

-Gracias…- salió de sus labios… y el calor de su aliento me golpeo de lleno, pues aun me encontraba pegada a él. Las barreras se cayeron, y apoye mis labios sobre los suyos, suavemente, tal y como merecía ser tratado en ese momento. Cerré el beso y nos separamos.

No habló demasiado del tema. En realidad, no habló del tema. Cancelamos nuestros planes de salir esa noche; pues él no se encontraba a gusto entre gente después de lo ocurrido con el grupo de mujeres. Así que fuimos a su casa. Era la primera vez que iría a su casa.

Tenía una gran entrada, era de dos pisos. Entramos por el garaje, y vi que entrarían al menos, tres autos. Había otro auto en una esquina, pero debajo de una tela oscura, así que no supe cual era. Cuando le pregunte tampoco me lo quiso decir.

En el piso inferior estaba el living y la cocina. El living era enorme, y tenía dos de sus paredes ocupadas por Dvd´s de música y de películas. Unos sillones grandes se situaban frente a una pantalla gigante. La cocina, tenía una gran mesa de madera, y también era alucinante, como el resto de la casa.

En el piso de arriba se encontraban las habitaciones, baños, y la sala de música. La sala de música era genial, tenía acústica; y estaba llena de instrumentos. A la derecha, una colección de guitarras. Había otros instrumentos también, hasta una batería. Había para todo un ensayo de una banda.

En el centro, un gran piano de cola negro resaltaba entre todo lo demás. Lo miré, deseando por dentro que tocara algo; pero notando aún su seriedad luego de lo ocurrido hoy, no esperé que eso ocurriera hoy.

La ultima habitación que me mostro fue la suya. Estaba pintada de azul, tal como mi habitación en Argentina. No había muchas cosas. Solo una gran cama, mesitas de luz, un ropero y un espejo. Enfrente a la cama, había un gran ventanal, que daba al patio. La luz de la luna se introducía a la habitación, dando un toque romántico inesperado.

Bajamos, y pidió pizza. Mientras esperamos, nos pusimos a jugar con el Wii. Parecíamos dos niños, pero al menos volvía a sonreír. Cuando llegó la pizza, nos acomodamos en el piso, apoyándonos en los sillones. Comimos mientras mirábamos una película que pasaban en no se cual canal.

De postre, saco medio kilo de nuestro helado favorito. Trajo solo una cuchara, lo que no podía significar nada bueno… o totalmente lo contrario. Él se encargo de darme cucharada tras cucharada.

Entonces empezó a hacer el juego del avioncito, y la mitad del helado quedaba en mi rostro. Primero lo quitaba con la cuchara, y con la servilleta me volvía a dejar limpia. Entonces, llegando casi al final del pote, volvió a mancharme con el helado; pero esta vez, sus labios se encargaron de quitármelo de encima.

Se fue acercando lentamente, mirándome fijo a los ojos. La mano que sostenía el pote, lo soltó en la mesita que teníamos delante, y fue a parar a un lado de mi cara, sosteniéndome. Cerró los ojos cuando sus labios tocaron mi piel, y no pude evitar estremecerme por su tacto. Me miro, analizando si había alguna queja de mi parte; y como no emití sonido, volvió a besarme donde quedaba restos de helado.

Sus labios, fríos por el helado; iban recorriendo mis mejillas, que por su tacto, hervían. A pesar de tener esa barba larga y dura, a medida que me besaba, no podía sentir otra cosa que no fuera placer.

Mi cuerpo empezó a reaccionar, y mis manos viajaron, lentamente, del suelo, hacia sus hombros. Sus labios, comenzaron a atacar a los míos, ahora en forma directa. Nos separamos unos centímetros, para permitirnos respirar; pero nuestros labios se extrañaban, así que se juntaron nuevamente. Suavemente, una de sus manos comenzó a recorrer mi espalda, viajando ida y vuelta desde mi cintura, hasta mi cuello, apegándome aun más a él.

Sus labios me abandonaron, para bajar hacia mi cuello, y mis hombros. Allí empezó a recorrer con sus labios, dando pequeños besos y mordiscos en mi piel; desde mi hombro, hasta mi oreja. Iba suavemente, volviéndome completamente loca.

Mis manos se cansaron de sus hombros. Una viajo hacia la parte de atrás de su cabeza, jugando con su pelo; y la otra descendió por sus brazos, y luego busco su espalda, y subió por ella. Gemí cuando me beso debajo de mi oreja, y en ese momento en que mis murallas se volvieron a derrumbar; sentí como mi espalda se pegaba al suelo, y su cuerpo se colocaba suavemente sobre mí.

Lo escuche suspirar contra mí, cuando una de mis manos decidió hurgar dentro de su camisa, investigando su espalda, y luego viajando hacia delante, y tocar su dorso. Quería más, necesitaba tocar todo su cuerpo. Así que comencé a desabrochar los botones de camisa.

Deslizó sus manos por debajo de mi remera. Las volvió a bajar a mi cintura, y bajo un poco mas. Tomo mis muslos, y posiciono mis piernas, de forma tal que lo rodearan a él. Sus mejillas estaban encendidas en un rojo carmesí cuando volvió a levantar la vista para mirarme a los ojos. Su respiración se encontraba tan entrecortada como la mía, y un gemido salió de mis labios, cuando comenzó a mecerse sobre mi, rozándome con la parte mas dura de su ser en el lugar exacto de mi mayor excitación.

Sin poder resistirlo, nos fuimos quitando la ropa que tapaba nuestros cuerpos. Él me besaba en todo momento; y estalle en risas cuando corrió al baño y regreso con una tira de condones. Solo él podía hacer algo así.

Era el momento. Ambos estábamos desnudos. Su mirada me recorría, y yo no podía evitar estremecerme al pensar que pensamientos había en su cabeza. Los míos eran uno solo. Quería hacer el amor con Thomas… y lo quería ya. Así que pase mis manos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mi.

Volvió a la tarea de besarme; y yo sutilmente fui bajando mi mano, hasta llegar a su miembro. Lo acaricie con la yema de mis dedos, y vi como cerraba los ojos y sus labios dejaban escapar un gemido. Lo toque entero, y ya no había dudas de que estaba listo. Abrió los ojos y me miro fijo, preguntándome si yo también lo estaba. Al cabo de unos segundos, se encontraba sobre y dentro de mí.

Comenzó lentamente, mirándome a los ojos, besándome los labios. Pero poco a poco su pasión se hizo más urgente, y empezó a acelerar el ritmo. Levanto unos centímetros el torso, haciendo que su punta masajeara de manera excelente mi punto “G”. Los gritos que hasta entonces era capaz de retener, comenzaron a salir de mi boca; lo que produjo que él aumentara aun más el ritmo.

Unas gotas de sudor bajaban por su frente, cuando vi que cerraba sus ojos y apretaba sus labios. Estaba cerca. Y yo también. Cuando ambos tocamos el cielo, se tiro a mi lado, y me posiciono a su lado. Aun temblábamos por el sentimiento, pero nuestras miradas no se cortaron.

-Te amo- me dijo mientras sus dedos recorrían mi rostro, y él trataba de controlar su respiración

-Yo también te amo, Thomas- le susurre en su oído, y note como sonreía.

-Escuche esas palabras tantas veces antes… Sin embargo, es la primera vez que realmente creo en ellas- y volvió a tomar mi cara entre sus manos, para seguir besándome, a ritmo lento, hasta acabar dormidos los dos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Capitulo 18 (lunes 8 de septiembre)


Oficialmente cumplía 27 años. Mi teléfono me lo hizo saber desde las doce de la noche, hora argentina o inglesa. La cosa es que esa noche no pude casi dormir, y supongo que los chicos tampoco. La culpa fue mía, fui yo la que no puso el celular en silencio. Es que además de mis padres y Roció, no esperaba otras llamadas… pero estaba equivocada. Mensajitos inundaron mi cel, deseándome un feliz cumpleaños y preguntándome como la estaba pasando. Iba a dejar de responder, pero no me resulto educado. Malditos ingleses, ya te hacen pensar como ellos. Reí ante mi locura.

Así que aquí me encontraba. Eran las nueve de la mañana, y las ojeras en mi cara, porque ya cubrían buena parte de mis mejillas, hacían notar mi cansancio y mi mala noche. Peter, Troy y Sofía, me despertaron, y me hicieron el desayuno. Les pedí que no me regalaran nada, pero Sofía no pudo resistirse de hacer una pasada por el shopping y comprarme algo. Me compraron un saco a cuadros, de color negro, azul y gris… el efecto era perfecto… y lo mejor… tenía capucha… amoooo las capuchas.

Termine de desayunar, tome mis cosas y fui a la facultad. Lizzy me esperaba en la puerta, con una gran sonrisa en su cara. Me dijo que su regalo me lo iba a dar después, y le repetí por enésima vez que no necesitaba un regalo. Mientras tuve que soportar que todo el mundo, incluso gente que no conocía, me saludara por mi cumpleaños, haciendo que mis mejillas quedaran iluminadas por el color morado de manera casi permanente.

Por suerte, el amable y simpático profesor llego, haciendo que el barullo desapareciera al instante. Todos volvimos a nuestras caras serias. Entonces vi que un papelito se deslizaba desde el banco de Lizzy al mío. Me hizo recordar a la secundaria.

-¿Qué sientes por mi hermano?-

-Cuantas veces tengo que decirte que no me siento cómoda hablando de esto contigo-

-Como si yo fuera a dejártelo pasar así como así… DIME ALGO… Como se conocieron, cuando te enamoraste de él… Lo que sea… ¡Pero dime algo!– la mire de costado, evidentemente ni por ser mi cumpleaños me iba a salvar.

-Ya sabes que nos conocimos en el supermercado… Quedé deslumbrada por su mirada… Yo estaba golpeando mi cabeza contra el manubrio del changuito porque no encontraba una crema para mi pelo… Y entonces él apareció y me ayudo… Nos vimos otras veces, pero sin mayores importancia… Luego, un día, estaba volviendo a casa, y al girar en una esquina veo que tres hombres están golpeando a alguien… Estaba por huir cuando vi que era tu hermano… Así que llamé a la policía y fui a ayudarlo… Luego de eso, él se metió en mi cuenta bancaria y depositó dinero en ella por haberlo “salvado”.- Suspire, y seguí escribiendo- Finalmente, un día me encontré con él y sus amigos en el bar de George, e hicimos una apuesta… Tu hermano me gano y tuve que llevarlo a comer… Hablamos toda la noche… Y nos resultó tan cómodo y sencillo, que prometimos seguir viéndonos… Creo que eso sería todo.- y volviendo a protestar, le pase la hoja

Eso pareció satisfacer su curiosidad, pues se quedo analizando las palabras unos segundos, y luego guardo el papel. Pude ver un extraño brillo en sus ojos, pero lo ocultó mirando hacía el otro costado. Como siempre, la clase se extendió un poco más de lo debido, pero eventualmente la clase termino.

-Comenzaba a creer que él nos retendría toda la mañana aquí dentro- le dije a las chicas en tono de burla, y nos reímos hasta la salida. Le dije a Lizzy, que al mediodía comería con los chicos, y a la noche con ellos. Me dijo que estaban todos preparando la comida, haciendo unas recetas que Thomas le había pedido a su madre. No pude evitar sonrojarme al imaginarme a Thomas cocinando para mí. Para mi fortuna Lizzy iba distraída mirando hacia otro lado, por lo que no lo noto.

Llegue a casa, y fuimos con los chicos al bar de la otra vez. Peter se sacrifico, y falto a su clase. No es que le costara mucho hacerlo. Pasamos un buen rato, y lo completamos con un enorme helado que compartimos entre los cuatro. Luego volvimos a casa, y yo… derechita a la cama.

Me levante, pues evidentemente mis nervios no me dejaban en paz ni en mis sueños. Fui al baño y tome una ducha relajante. Luego me puse mis jeans negros, mi remera con estrellas (esa con cuello en bote, que tanto me encantaba) y mis zapas. Agarre una camperita para la noche. Lizzy me había dicho que la llamara para que me viniera a buscar. La llame, y le dije que estaba yendo, pero que prefería ir caminando. Aunque protestó durante unos segundos, finalmente cortó y yo empecé a caminar hacia su casa.

Estando en la esquina, me quede paralizada al ver el auto de Thomas estacionado en la puerta. Unos escalofríos recorrieron mi cuerpo, y me sentí como una niña, no como alguien que cumplía 27 años. Tome aire un par de veces, tratando de controlarme, y seguí caminando hacia la casa de Lizzy. Podía escuchar sus gritos desde afuera, y una sonrisa ilumino mi rostro. Toque timbre, y el silencio inundo el lugar; aunque se escucho un ruido de alguien cayendo, y risas de todos los demás.

Me apoye sobre la pared esperando a que se dignaran a abrirme la puerta. Entonces vi acercarse una gran masa multicolor a la puerta. Me abrió la puerta un gran payaso. Tenía esos pantalones redondos, zapatos enormes, toda la cara pintada, una enorme nariz roja, una barba del color del arco iris y una peluca de color azul en el pelo. En la remera que tenia puesta, había un gran pastel, y decía feliz cumpleaños. Volví a sus ojos, y me tire sobre el cuando vi que era…

-Thomas!!!...- Me sentía una niñita de cinco años, agarrada del cuello del payaso que venia a animar su fiesta. No me importo que todos nos estuvieran mirando, ni que me estuviera manchando con toda la pintura que se había puesto en su cara. No quería soltarlo, y sus brazos sujetándome lo mas fuerte que parecían poder, me demostró que el tampoco quería dejarme ir.

-¡¡¡Feliz Cumpleaños Ornela!!!- gritaron todos desde atrás, y con Thomas nos vimos forzados a romper nuestro abrazo. Salude a todos, aun con mi gran sonrisa.

Sam me cargo por tener toda la cara manchada, y me saco una foto… “para la posteridad”. Thomas desapareció un momento, y volvió con el maquillaje retocado, y con unas toallitas húmedas, y cuando todos se separaron un poco de mi, me ayudo a limpiar el desastre en mi cara.

Había toda una gran mesa llena de comida y regalos. Las chicas me regalaron ropa, Sam y los chicos unas entradas para ver un recital de Paramore que había dentro de poco. Entre todo el bullicio, no note que Thomas no me había entregado nada, y realmente no me importaba, su sonrisa era el mejor regalo que podía recibir. Entonces, se acerco a mí y me dijo:

-Elige una- y tenia sus manos cerradas en forma de puño. Le toque su mano izquierda, y allí había un papelito. Era un vale ilimitado para tomar helado, pero solo del arco iris. –Espero que lo disfrutes-

-Sólo si tu me acompañas- y nos fundimos en otro abrazo. Cuando se separo, empezó a mojar a todos con agua que salía de una flor que tenia en su disfraz. No necesitaba del disfraz… Cuando quería, él era un payaso.

La noche paso entre risas y comida… mucha comida… y cuando se cansaron de la comida, empezaron a tirársela unos a otros. Para completar la noche, las chicas propusieron un karaoke. Con lágrimas en los ojos, pero de felicidad, porque la voz de Sam era insoportable, me despedí de ellos. Nuevamente, Thomas se ofreció llevarme.

Cuando estuvimos enfrente a mi casa, apagó el motor. Me miro y con voz insegura y titubeante me dijo:

-Tenemos que hablar-

Tomo otra gran bocanada de aire, obviamente asustado, y me dijo:

-Tú… Me gustas… Y yo se que tú no estabas buscando una relación… Pero no puedo estar más separado de ti.-

Mi corazón se paró, y volvió a latir luego con mayor fuerza. No rompimos nuestras miradas en ningún momento. Se que ahora me tocaba hablar a mi, pero no sabia que decirle. Mi debate interno resurgió. Lo quiero, lo quiero… pero tengo miedo.

-Tú también me gustas… Pero…- y me puso su dedo índice sobre mis labios.

-No tienes que explicarme nada… Ya veremos como solucionarlo… Paso a paso… Pero juntos, ¿si?- y apoyo su frente sobre la mía, mirándome con sus ojos, que me embriagaban y le quitaban sentido a todos mis miedos por momentos. Cerró sus ojos, y sus labios rozaron los míos. Ninguno de los dos continuamos el beso, no porque no quisiéramos, porque nuestras manos apretadas demostraban cuanto esfuerzo estábamos haciendo para cortar la unión. – Nos vemos mañana… Dulces sueños…- y volvió a darme un beso en la frente.

Una vez adentro, fui al espejo. Mi cara estaba completamente manchada por pintura blanca y roja… pero podía ver mi expresión…. Era feliz.