Hacia ya tres días de que oficialmente me había enterado de la verdadera identidad de mi Superman. Fue un alivio para todos, no solo para Robert y para mí. Si, ahora me obligaba a llamarlo Robert. Inclusive decía que sonaba sexy cuando yo lo decía. ¿Y quién era yo para contradecirlo si cuando decía su nombre tenía garantizada una “buena noche”?
Su familia y amigos estaban súper felices de tener a alguien más en la “secta”, como ridículamente había apodado Sam a quienes sabían de la doble identidad de Rob. Y con Rob, habíamos tenido al fin “la charla”.
Estábamos aún sentados en su sofá. Yo sostenía su cabeza entre mis piernas, y él me dejaba mientras tanto jugar con su pelo. Decía que lo tranquilizaba. Y a mi me encantaba su pelo. Que al fin lograba estar limpio.
Suspiré, mientras recordaba los grandes cambios que había dado desde que nos conocimos. El Thomas que había conocido en el supermercado era completamente desaliñado. Se veía a simple vista sus ansías de ocultarse. Su pelo era una gran bola de pelos sucios que estaba toda despeinada. Su barba larga, gruesa y dura; no tenía signos de ningún mantenimiento. Recuerdo que parecía un hombre que vivía en la calle.
Poco a poco fue mostrando parte de su ser interior. Cada paso le costaba mucho esfuerzo. Comenzó a peinarse, a vestirse un poco mejor. Y cada vez que lo veía era un cambio nuevo, aunque yo jamás hubiese dicho nada, pues notaba que era un pichón rompiendo su cascarón.
Ya en éste último tiempo había llegado el momento de hasta arreglar un poco su barba; aunque ahora entendía porque se negaba rotundamente a afeitarse por completo. Era su máscara. Su barba era como el antifaz del zorro o de Batman.
Y aquí lo tenía ahora. Su pelo limpio y ordenado entre mis dedos; deslisandose con tanta suavidad. Incluso con sus puntas recortadas. Baje mis dedos hacia su barba y jugué con ella.
-¿No hay nada que pueda ofrecerte para que te la quites? ¿No?- le dije mientras seguía acariciándosela.
No respondió rápido, como siempre sabía hacerlo. Impulsivo. Cerró sus ojos y frunció su ceño. Eso eran malas noticias. Lo había molestado.
-No hay problema… olvídalo- le dije mientras daba pequeños besos sobre su frente para que volviera a tranquilizarse.
-Podríamos probar…- y yo me detuve instantáneamente al oír eso. Una sonrisa se dibujo automáticamente en mi rostro.
-No quiero que te sientas presionado Thom… Robert… No tiene que ser ahora mismo… pero sería lindo poder besarte sin tener la sensación de besar una lija- y estalló en carcajadas.
Se giró un poco para poder verme de frente. Me dio un suave beso en los labios me dijo:
-Por ti haría lo que me pidieras princesa… Sólo asegúrame que permanecerás a mi lado… Eres mi fuente de energía.- Y volvió a besarme.
Volvió a su posición anterior y nos quedamos así por unos minutos más.
-¿Qué sentías?- pregunté en un murmullo. Primero pensé que no me había escuchado, y deseaba que fuera así, porque quizás él no quisiera hablar de eso aún. Pero él se dio vuelta como hace unos instantes.
-¿cuándo exactamente, Princesa?-
Los nervios se apoderaron de mi y comencé a abrir y cerrar mi boca sin que las palabras salieran por ella.
-¿Cuándo era famoso?- sólo me limité a asentir con la cabeza. –Al principio era divertido, en el sentido de que jamás creí que iba a tener un millón de mujeres histéricas gritando y corriendo detrás de mí. Se suponía que yo era el más feo del grupo, ¿sabes? Sam siempre fue el que conseguía chicas cuando salíamos de fiesta. Tom y yo, quizás por nuestra extraña y poco apetecible forma de vestirnos, jamás tuvimos demasiado levante. Pero no nos importaba, esperábamos a la mujer ideal.- tomó aire, y lanzó todo el aire de golpe.- Cuando me convertí en Edward Cullen, el tema de la fama y las chicas cayeron demasiado de golpe. Pero yo no iba a dejar que eso cambiara mi vida. No se como, pero logré adaptarme al cambio. Trate de convertirme en una sombra. Si veía que el ambiente estaba muy pesado trataba de que alguien fuera conmigo. Tiempo después fue que me pusieron los guardaespaldas. La prensa no se cansaba de inventar cosas de mi, pero yo no les prestaba atención, salvo si se trataba de temas de mi familia. Ahí si trataba de poner un límite. El tiempo fue pasando, y con mi familia y amigos pensábamos que era algo transitorio, que en algún momento cortarían con el chorro del “sexy Edward Cullen”… Pero parecía no tener fin. Por momento no te voy a dar más detalles de esto… es demasiado para mi, y para ti también. Sólo se que al momento de terminar de filmar “Amanecer”, no quise saber más nada con la actuación, ni la fama ni nada. Tenía la suficiente plata para vivir 100 vidas… el problema era que no quería ni siquiera vivir ésta. Fue cuando me recluí con mi familia y amigos, tratando poco a poco apagar la llama de la fama. Comencé a dejarme crecer el pelo y la barba, y casi no salía a ningún lado. Trataba de conseguir la meta de que los teléfonos dejaran de sonar, el tv dejara de decir mi nombre, el buzón de correspondencia no estuviera lleno de estúpidas cartas de amor. Por suerte, después de casi dos años había logrado apaciguar las bestias… Pero yo no era el mismo. No lograba volver a centrarme en mi vida, ni siquiera con el nacimiento de mi sobrina, que fue una luz de esperanza para todos. El día que te conocí en el supermercado, mi hermana me notaba tenso, y con mucha razón. Había decidido que en cuanto me dejaran solo escribiría una carta, pidiéndoles perdón por mi decisión, pero que ya no lo soportaba.- Paró de hablar y besó las lágrimas que caían de mis ojos. Se dio vuelta y me acurrucó contra su pecho.-Mi hermana insistió en que fuera a hacerle las compras, que necesitaba las cosas con mucha urgencia. Siempre fue muy intuitiva. Sigo creyendo que algo le dijo que yo te encontraría. Fui de mala gana, pero ansioso por cumplir con eso y lograr que se fuera a su casa. Cuando te vi, mi primera impresión fue querer salir corriendo, pues pensé que ibas a ponerte a gritar como todas. Pero te pusiste toda colorada y empezaste a tratar de explicarme que eras de otro país y que no entendías nada… Yo de la nada… sonreí. Llevaba 3 meses sin sonreír. Y llegué a casa y seguía sonriendo. Tu sonrisa me hizo olvidar por completo mis deseos de quitarme la vida.- Corto su relato, mientras me apresaba aún más fuerte contra su pecho, mientras ambos llorábamos.
-¿Y que tal te sientes ahora?- le pregunté cuando logré desatar un poco el nudo en mi garganta.
-Feliz… Pero con miedo al mismo tiempo, obviamente… No me importa volver a resurgir a la fama… Pero a vos, por otro lado, no quiero que te lastimen-
-No tienen porque enterarse ¿no?... Ya casi ni se habla de vos… Si logramos mantener el bajo perfil yo no creo que nos descubran.-
-Pero yo no creo que vos te merezcas el permanecer oculta por enamorarte de un estúpido actor famoso.- El tono de su voz mostraba cuan furioso lo ponía el tema.
-De alguna forma lo lograremos… por el momento solo me importa estar contigo… Nos preocuparemos por los problemas cuando surjan.-
No contestó nada. Quedo pensativo y con el seño fruncido.
Abrí mis ojos de nuevo en el presente. Robert estaba jugando con su sobrina, pues a su hermana la habían llevado a hacerse unas revisiones, pues su bebé estaba a días de nacer.
Él se había puesto una sábana como una túnica, y se había colocado un largo bigote. No pude evitar la emoción al reconocer el personaje: Salvador Dalí. Uno de mis preferidos.
Le hablaba con tono afrancesado, aunque en realidad no entendía si realmente le estaba diciendo algo o sólo inventaba palabras. Ambos reían. Me quedé mirándolos desde el sofá.
Él podría lograrlo. Él merecía tener una vida normal. ¿Y quién era yo para negarme que fuera junto a mí?