domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo 27 (Jueves 25 de Septiembre)


El calor era agobiante. Parecía que el verano quería despedirse con las temperaturas más altas de la historia. Pregunte a todos los ingleses, y todos me respondían lo mismo. Este calor, a estas alturas del año, eran anormales. Y yo teniendo que cursar. Mi gozo en un pozo.


Cuando el profesor termino de dictarnos el próximo trabajo que deberíamos realizar, suspire agotada. Tome mis cosas y salí del salón. Busque la cantina para comprar agua mineral, pues a estas alturas estaba deshidratada.


Salí a la calle, y me sorprendió que pareciera un infierno. Miré al cielo, sin ningún rastro de nubes que me hicieran tener la esperanza de que lloviera en algún momento. Nada. Ni una pequeñita. ¿Por qué Londres me fallaba cuando más necesitaba de sus lluvias?


Volviendo a quitarme el sudor de la frente por enésima vez en el día; tome la sabia decisión de volver a casa en taxi. El calor y mis tendencias a la baja presión no éramos una buena combinación, para decidir justo hoy, volver caminando.


Llegué y por suerte había agua; así que tome una ducha, casi fría, y eso me relajo un poco. Sequé mi cuerpo lo más rápido posible, para no perder la poca frescura que había adquirido. Prendí el ventilador de techo, y me acosté sobre la cama. Sin darme cuenta, me quede dormida.


Al otro lado de la puerta, escuché a los chicos hablar; así que lentamente me desperté y fui con ellos. Terminamos sentándonos en el porche, viendo si alguna nube se decidía a formarse y comenzara a llover, aliviándonos de esta tortura. Pero los minutos pasaron, y hasta llegó la noche sin ningún tipo de novedad.


Mientras nos reíamos de las locuras de Troy, el auto de Robert estaciono en la vereda. Bajo con una gran sonrisa en su boca. Me levanté como si un rayo me hubiese disparado en mi parte trasera.


Antes de saludarme, me agarro por la cintura, me atrajo a él, y estampo sus labios en los míos. Tenía puesto un jean negro y una remera mangas cortas, color blanca. Su pelo estaba atado, cosa que me sorprendió. Debía tener mucho calor.


-Hola hermosa… ¿Puedo secuestrarte?- me pregunto al oído en un tono sexy, que daba a lugar a tantas interpretaciones.


-¿Qué tienes en mente?... Porque estoy realmente acalorada- le susurre. Pude sentirlo estremecerse, y al mirarlo nuevamente a la cara, vi esa sonrisa malévola.


-Créeme Hermosa… Haré todo lo posible por hacerte sentir más cómoda… Pero no menos calurosa- contraataco, lamiendo el lóbulo de mi oreja en el proceso.


Ahora fui yo la que caí rendida a sus pies, y la que necesito un balde de agua fría mental si no quería tener un orgasmo allí mismo, delante de toda la maldita Inglaterra, cuna de Thomas… Robert.


Saludamos a los chicos, y subimos a su auto. Pensé que íbamos a su casa, pero no. Luego me imagine en alguna sierra, pero tampoco. Y como no me gustan las intrigas, le pregunte.


-¿Hacía donde nos dirigimos… exactamente?- y se rió.


-A mi casa… Otra de mis casas… Con equipamiento especial para la ocasión- y sonrió de lado, y nuevamente tuve que concentrarme. Estaba logrando que mi temperatura no lograra bajar de los 38 grados, y con un día como hoy eso no era para nada bueno. Me dediqué a perder el tiempo jugando con su, ahora, pelo suelto.


Luego de varios minutos de andar por la ruta, tomamos un camino alterno, llegando así a lo que parecía un barrio muy exclusivo, pues había pocas casas, y todas eran gigantes.


Y entonces el auto de Thomas giró, y se dirigió a una entrada espectacular. Un gran portón de metal nos abrió paso, y se cerró una vez que pasamos. No lograba distinguir grandes detalles, pero la luz de la luna me permitía distinguir que se trataba de una gran casa, de dos pisos.


-Espera aquí… Tengo una sorpresa…- y me dio un rápido beso en los labios y se bajó del auto, dejándome unos instantes sola.


Trataba de mirar en la oscuridad, para adivinar que hacia; pero no lograba ver nada. De repente, se prendieron todas las luces del patio, y a unos metros de distancia, vi una pileta… una gran pileta de natación. Robert se acercó y destrabó unas cosas, y entonces una cubierta comenzó a correrse, dejando ver el agua cristalina debajo.


Yo me baje del auto, aun con mi boca abierta de la impresión de la pileta. Robert se acerco a mí con una enorme sonrisa.


-No tenemos trajes de baño… ¿Por qué no me avisaste?-Le pregunté mirando la amplia pileta. Mientras tanto, él comenzó a quitarme el celular de mi bolsillo, y todo lo que tuviera en ellos.


-Pero… Tú deseas nadar en ella… ¿no es cierto?- me dijo con una de sus sonrisas traviesas, y con esa ceja levantada que me quitaba la respiración. Sus ojos, celestes como el agua, me miraban absortos. Asentí, sin poder decir nada, y fue cuando me tomo por la cintura que comprendí todo.


-Noooo…. Ni se te ocurra… Robert Thomas Pattinson suéltame ahora mismoooo-


-No lo haré ni por mil demonios- Dijo, mientras comenzaba a reírse a carcajadas. Yo empecé a correr, evitando que me alcanzara, pero obvio que él era mucho más rápido y fuerte que yo.


Luego de forcejear unos segundos, no le vi sentido seguir resistiéndome; y aunque lo amenace, no logré convencerlo.


Estábamos en el borde de la pileta. Él me cargaba al estilo “novia”. Eché un vistazo al agua, y luego otro vistazo a él. Sonrió y gritando de felicidad nos tiro a los dos en el agua.


Dentro del agua, las burbujas comenzaron a hacernos cosquillas. Era increíble la ideal temperatura que tenia el agua. No podría, ni aunque quisiera, protestar; pues me encontraba a gusto. Tomó mi mano debajo del agua, y nos impulsamos hacia la superficie.


-Esta ha sido tu venganza… ¿no es cierto?- y le salpiqué con agua.


Sin dejar de sonreír, me tomo por la cintura, y comenzó a dar vueltas. Parecía una típica escena de amor de una cursi película romántica. Nos mirábamos el uno al otro, como si nada más pudiese existir.


Luego de jugar un rato, nos fuimos a un sector que tenía escaleras, y el nivel del agua descendía considerablemente. Me explicó que esa parte la diseño especialmente para que su sobrina pudiera nadar tranquila, y ellos no debieran preocuparse por ella.


La luna, nos miraba envidiosa desde el cielo; y no se atrevía a taparse con nubes. Le gustaba la vista. Y a quien no podría gustarle un Robert empapado, con su pelo pegado a su cara, al igual que su remera a su torso. Me encantaba ver a Robert tan tranquilo.


Y baje mi vista. Y me quede mirando su torso. Y el calor volvió a apoderarse de mí. Pero ya no era calor del aire; era combustión interna. Clavé mis ojos en los suyos, y vi como se mordía el labio inferior, y en sus ojos brillaba el deseo. Mis movimientos habían sido demasiado evidentes


Me senté sobre él, y rodeo con sus brazos mi cintura. Me acerqué lentamente, y besé suavemente sus labios. Fui recorriendo sus labios con castos besos; y luego los saboreaba con la punta de mi lengua. Baje hasta su cuello, y mi mano derecha se entrelazo en sus pelos. Subí hasta su oreja, y volví a recorrerla lentamente con mi lengua. Cuando volví al punto de partida, el lóbulo, lo tomé entre mis dientes, y suavemente lo deslice hasta sacarlo de mi boca.


Un gemido salio de sus labios, y sonreí. Entre mis piernas podía sentir como comenzaba a excitarse. Así que seguí. Lo mire a los ojos, y mis dedos comenzaron a recorrerlo desde sus hombros, hasta llegar al borde de su remera. Ambos teníamos ya el pulso acelerado, y nuestras respiraciones entrecortadas.


Tome la punta de su remera, y muy lentamente la fui levantando. Levantó sus brazos, en señal de rendición, y me dejó quitársela. Se relamió sus labios, y yo sabía que era lo que venia a continuación. Era mi turno de sufrir.


Apoyó sus manos en mi espalda, y comenzó a recorrerla lentamente. Un escalofrió me recorrió el cuerpo, haciéndome temblar. Se quedó paralizado por un segundo, y luego me pegó a su pecho. Con su boca en mi oído me susurro.


-Me vuelves loco, babe- y empujó su cuerpo contra el mío, presionando su miembro contra mi. Gemí en su oído, y ahí supe que ya no había más tiempo. Ya no quería jugar. Quería que un Robert, mi Robert, desnudo, me hiciera gritar de la excitación.


Lo separé de mi, y busque con desesperación sus labios; mientras sentía sus dedos deslizarse por debajo de mi remera, y luego intentar quitármela de manera insistente. Como siempre, con mi torpeza, casi arruino el climax, cuando mis brazos quedaron atorados, y él no podía quitarme la remera. Pero sin despegar sus labios de los míos, siguió insistiendo, hasta que logro quitármela por completo.


Lo único que se escuchaba era el ruido de nuestras respiraciones, y el sonido que hacían nuestros labios al separarse. Me quitó las zapatillas, que chocaron contra el agua y terminaron hundiéndose; para luego hacer lo mismo con las suyas. Miré hacia atrás, y en la piscina comenzaba a haber un desfile de ropa mojada. Me giré de nuevo, al sentir que por mi descuido, ya me había quitado el sostén.


Bajó con sus labios hasta llegar a mis pezones, y una vez allí, se dedico a torturarme lentamente con la punta de su lengua. Mis manos viajaron hacia su cintura, y aprovechando la situación, lentamente fui desprendiendo su cinturón. Logré sacarlo del lazo, y luego de la hebilla. Me apretó más hacia él cuando se dio cuenta, volviendo a clavarse en mi cintura.


Sin desprender aún los botones, recorrí con mis dedos su miembro. Gimió aun con su boca en mis pechos. Me miró desde abajo, y sonrió maliciosamente. No me vas a ganar esta, pensé; y volví a acariciarlo, logrando que tuviera que cerrar sus ojos y volviera a gemir. Lo siguiente pasó muy rápido.


No se de donde saco tanta fuerza, pero nos saco a los dos de la piscina.


-A la cama… ¡Ya!- Me ordenó. Y sus labios retomaron la tarea de besarme, mientras sus manos se desprendían de mi jean.


Me iba empujando hacia la puerta, y cuando estábamos llegando, me alzó para no tener que subir las escaleras de la entrada. Cuando me bajo, me apoyo sobre la puerta y me quito de un saque el jean… y el suyo, no sin antes sacar las llaves de la casa.


-¡Mierda!- maldijo porque no lograba poner las llaves en la cerradura, y me reí. Muy mala idea. Dejo de sostenerme, colocó bien la llave; me tomó nuevamente y me alzó haciendo que mis piernas rodearan su cintura. Apoyó mi espalda en la puerta y comenzó a mostrarme que buen maestro torturador podía llegar a ser, presionando esa bendita zona de su cuerpo sobre la mía, logrando que los gemidos volvieran a salir expulsados por mis labios.


Abrió la puerta, y me indico que fuéramos al primer piso.


-Mojaremos todo el piso, Robert…-


-Comprare una casa nueva… No importa… Pero por favor… Vamos al primer pisooooo-


Fuimos dejando un camino de agua a nuestro paso. Pasamos por el recibidor, y el living. Él me iba señalando los lugares, con mis labios amarrados por los suyos. Y allí encontramos la escalera al primer piso. Me volvió a tomar por mis muslos, haciéndome upa, y comenzó a tratar de subir por la escalera. Yo seguía besándolo por cualquier lugar que tuviera alcance. Tropezó a unos escalones de llegar, y caímos al suelo. Nos empezamos a reír primero, pero un rastro de malicia recorrió su rostro.


Se abalanzó sobre mí, besándome los labios, y bajando lentamente. Descendió un poco la velocidad y siguió bajando. Fue al notar que no volvía a subir que me di cuenta. Iba a saludarme con su maldita lengua inglesa.


Me quitó la última vestimenta que me cubría, y separo mis piernas dulcemente, para lamer ambos lados con su lengua de fuego. Cerró los ojos, y comenzó a besarme lentamente. Recorría con sus labios de arriba abajo mis labios mayores. Utilizo su lengua para rodear mi ciclotis, logrando que ahora también yo tuviera que cerrar los ojos.


El ritmo que llevaba era lento… y sin embargo mi corazón latía a mil revoluciones por segundos. Mi cuerpo pedía por más oxigeno, y pese a tener mi boca totalmente abierta, no lograba capturar el aire necesario para llenar mis pulmones. Lo note sonreír, rozando sus estirados labios sobre mi piel.


Se separo de mí, aun con esa sonrisa en sus pecaminosos labios. Subió besando mi estomago, mis seños, mi cuello y mis labios. Con su mano me acaricio el pelo, y me susurro… Te amo. Una lágrima rodó por mi mejilla. No se ni de donde salio, pero él se encargo de besarla y hacerla desaparecer.


Yo también te amo, le respondí, con la poca voz que me quedaba. Volvió a besarme los labios, y se separo de mí. Se levanto, y lo ayude a levantarme. Me alzó al estilo novia nuevamente, y con un movimiento de su cabeza hacia una puerta de color azul, que se encontraba a unos metros de distancia, me dijo:


-Esta es mi habitación… Aquella mi cama- y sonriendo me llevo y me acostó en su cama. Antes que se colocara sobre mi, le quite los grises calzoncillos que traía puestos.


En un abrir y cerrar de ojos, Robert estaba completamente dentro de mí. Sus brazos estaban a los costados de mi cuerpo, intentando mantener una distancia para no apretarme contra la pequeña cama. Con la poca voz que me quedaba, le pedí que se apoyara completamente sobre mí.


Nuestros corazones latían como uno sólo. Mis manos recorrían sin rumbo fijo su piel. Sus labios sólo se apartaban de los míos para respirar. Al acabar, lo único que logro decir fue… Tengo que comprar una cama grande.